Voz de protesta.
Voz de protesta.
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Resumen
No, no lo aceptamos. Fueron doscientas revistas menos y un pensamiento revoloteante cargado de incertidumbre, que se instaló para preguntarnos si valía la pena todo esto. Hubiera sido preferible abarrotar las sillas mal hechas de los salones frente a la puerta del claustro, desgastar la garganta hasta que la última cuerda vocal se quedara sin tono, y que nadie entrara. Subastar las ollas y los palotes hasta que alguno de allá se diera cuenta que estamos aquí. Parar por primera vez. Tal vez nuestros padres deberían darnos una catedra de lo que significa estudiar en una universidad pública; luchar por lo común. Hemos reaccionado tarde, es cierto, no lo hemos hecho antes, andamos como sombras, dementares que se succionan a sí mismos por los pasillos, nuestra voz no se siente, no se escribe. ¿Dónde estamos? Nuestras aulas andan perdidas una de la otra. ¿Cuál es nuestro lugar? ¿Tú estás aquí? Realmente nunca preocupó si alcanzarían o no las revistas para entregar, bien es sabido que sacamos siempre de donde no tenemos, pero aun así, no deja de ser preocupante que cada vez sean menos los lugares donde los estudiantes tienen cabida, que poco a poco se vayan cercenando los espacios donde se posea la letra pública, que nuestros pensamientos y acciones estén dormidos y aletargados por el tiempo y la dejadez. NO SOMOS UN MUEBLE MÁS DE ESTA UNIVERSIDAD, SOMOS LA RAZÓN DE QUE EXISTA, y si usted, estimado compañero, es de los que cree fielmente de que ESPEJO es nuestra voz estudiantil, es hora de sentirla como suya. No hay una sola letra, ni trabajo, ni esfuerzo por ella que no valga la pena.