El olor de las flores marchitas
El olor de las flores marchitas
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Resumen
Orinó un sedimento denso y pestilente que apuntó como pudo al fondo del sanitario. La sustancia marrón se movía con languidez en el fondo del excusado. El hombre llevaba cuatro días con fiebre y despedía un olor a óxido en todo su cuerpo. Pensó que el color de su orina era debido a la deshidratación y el olor mordiente lo asoció con los antibióticos que tomaba cada seis horas; los detestaba, no tanto por el sabor desagradable, sino porque lo mantenían en vigilia, en ese peligroso estado de la conciencia.
Salió del baño y se dejó caer en la cama. Envuelto en la penumbra de su habitación, se encontraba sumido en una batalla contra el insomnio que lo había acechado durante toda la noche. Cada vez que cerraba los ojos y el zumbido del tinnitus emergía del silencio de su cuarto, unos rostros espectrales se derretían detrás de la oscuridad de sus párpados. Estuvo varios minutos escuchando los retumbos de la madrugada como si él mismo acabara de inventarlos: de fondo un perro ladrándole a la noche, los autos transitando la avenida con un murmullo distante, las ramas de los árboles crujiendo, el viento entre las hojas y un pájaro nocturno rompiendo la monotonía de la noche.
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