Autos seguidos por doña Marcelina de la guardia y milla sobre que se le satisfagan los alimentos, y otros gasto hechos en una negrita nombrada María de la O, esclava de las temporalidades de los regulares expulsados.

Autos seguidos por doña Marcelina de la guardia y milla sobre que se le satisfagan los alimentos, y otros gasto hechos en una negrita nombrada María de la O, esclava de las temporalidades de los regulares expulsados.

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Verónica Melendres Acevedo

Resumen

El 27 de febrero de 1767, en el marco de la implementación de las Reformas Borbónicas, Carlos III firmó la orden de expulsión de los jesuitas de todos los dominios de España. Siguiendo la política que sus pares habían adelantado con anterioridad en Portugal (1759) y Francia (1762), este representante de la casa Borbón, además del extrañamiento de los miembros de la citada orden religiosa, autorizó la confiscación de sus propiedades y el establecimiento de Juntas de Temporalidades para que se encargaran de administrarlas. Se estima que, tras la implementación de esta medida, cerca de 6000 miembros de la Compañía de Jesús tuvieron que dejar los territorios españoles y exiliarse en Italia.1 Este hecho histórico ha sido ampliamente estudiado por la historiografía europea, norte y latinoamericana. Los trabajos iniciales se concentraron en explicar las potenciales motivaciones que llevaron a Carlos III a tomar una decisión de esa naturaleza. Estos estudios señalaron que la supuesta participación de los regulares en el llamado motín de Esquilache (1766) no fue más que un rumor utilizado por lo Corona para justificar semejante medida. Las reales motivaciones, concluyeron, guardaban relación con el peso que el citado monarca le dio a una política regalista (control del gobierno del rey sobre la Iglesia) que devino en un mal ambiente para la compañía de Jesús en varias monarquías europeas. Visiones posteriores, sin dejar de lado el peso del ambiente adverso que sobre estas comunidades se respiraba en Europa, exploraron dinámicas políticas, económicas y sociales propias del mundo de ultramar. En su ya clásico estudio sobre los jesuitas, Magnus Morner estableció una conexión entre los colegios jesuitas, la explotación de mano de obra y la rentabilidad obtenida en los centros productivos que llegaron a poseer en los territorios coloniales. En efecto, esta orden religiosa, aparte de sus usuales laborales de adoctrinamiento, o más bien gracias a ellas, sacó provecho de las formas coercitivas de trabajo que pesaban sobre indígenas y negros en el mundo colonial. Según Morner, el poder económico acumulado, representado en estancias, obrajes y posesión de esclavos, causó recelos en las autoridades coloniales a ambos lados del Atlántico.

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Detalles del artículo

Biografía del autor/a (VER)

Verónica Melendres Acevedo, Universidad de Cartagena

Estudiante en tesis del Programa de Historia de la Universidad de Cartagena. Actualmente trabaja en su monografía “Francisca Paula y las luchas jurídicas para escapar de la esclavitud en la Provincia de Cartagena a finales del siglo XVIII”.