La conceptualización metafórica y metonímica de las emociones: La IRA en el español de Colombia y de España¹

Metaphorical and Metonymical Conceptualisation of Emotions: ANGER in Colombian and Peninsular Spanish



Laura Suárez-Campos²
Universidad de Grenoble-Alpes
ORCID: 0000-0003-3051-526X

Alberto Hijazo-Gascón³
Universidad de Zaragoza
ORCID: 0000-0001-8320-9173

Iraide Ibarretxe-Antuñano
Universidad de Zaragoza
ORCID: 0000-0002-0241-9265



Recibido: 20 de marzo de 2024
Aprobado: 21de mayo de 2024




Resumen

Este artículo examina cómo las lenguas codifican conceptos abstractos, como las emociones, mediante el razonamiento metafórico y metonímico, desde la perspectiva de la Lingüística Cognitiva. Adoptando la Teoría de la Metáfora y la Metonimia Conceptuales, con un enfoque especial en la motivación y la corporeización, esta investigación analiza cómo factores corporales y culturales pueden influir en la conceptualización de “la ira” en español. Este estudio interdisciplinar compara las metáforas y metonimias asociadas con esta emoción en español con la conceptualización que tienen de ella hablantes de Colombia y España. Los resultados muestran cómo las metáforas y metonimias de la ira en español se basan en cambios fisiológicos, como el calor y la tensión muscular, y destacan mayores similitudes que diferencias en la percepción de la ira entre los hispanohablantes de ambos países.

Palabras clave: metáfora conceptual; metonimia conceptual; ira; emociones; variedades del español; corporeización.

Abstract

This article explores how languages encode abstract concepts, such as emotions, through metaphorical and metonymical reasoning. Drawing on Conceptual Metaphor and Metonymy Theory, with a particular focus on motivation and embodiment, this research examines how bodily and cultural factors influence the conceptualisation of ANGER in Spanish. This interdisciplinary study compares the metaphors and metonymies associated with this emotion in Spanish with the conceptualisation that speakers from Colombia and Spain have of it. Results show how metaphors and metonymies of anger in Spanish are grounded in physiological changes, such as heat and muscle tension and reveal more similarities than differences in the perception of anger among Spanish speakers from both countries.

Key words: conceptual metaphor; conceptual metonymy; anger; emotions; Spanish varieties; embodiment.




Introducción

Las emociones son conceptos abstractos y complejos que combinan sentimientos, pensamientos y experiencias subjetivas. Tienen un impacto cotidiano en diversas actividades, desde la toma de decisiones hasta el comportamiento y las interacciones con los demás. Por lo tanto, constituyen uno de los temas esenciales en muchos campos relacionados con el pensamiento y la cognición humanos como la filosofía, la neurología, la antropología, la psicología y por supuesto, la lingüística.

La investigación exhaustiva de las emociones implica también la comprensión profunda de su expresión y concepción lingüística (Scarantino, 2018). El marco conceptual que moldea la comprensión de las emociones se ve influido tanto por experiencias físicas como culturales, manifestándose en el lenguaje y dando origen a similitudes y diferencias entre las distintas lenguas. Se ha destacado en investigaciones previas en este ámbito (para una revisión consultar Soriano, 2016) que nuestra comprensión de las emociones se sustenta en metáforas y metonimias. Por lo tanto, el análisis de estos mecanismos conceptuales es esencial para lograr una comprensión más completa de las emociones.

Este estudio tiene como objetivo contribuir a una comprensión más profunda de las emociones mediante la investigación de la conceptualización de la ira en español. Para ello, se comparan expresiones metafóricas y metonímicas de esta emoción en español con la exploración de la influencia de los factores corporales y culturales en la conceptualización de la IRA en el español de Colombia y el español de España. El objetivo último es revelar si existen semejanzas y diferencias en la configuración de esta emoción en hablantes que comparten una misma lengua (el español), pero diferente cultura (española y colombiana).

A continuación, la sección 1 introduce cómo se han estudiado las emociones desde diferentes perspectivas teóricas a lo largo de la historia con especial atención a los estudios lingüísticos. La sección 2 revisa las investigaciones que se han llevado a cabo sobre el tratamiento de la ira en español. La sección 3 presenta el estudio comparativo de la ira entre hablantes de español de España y español de Colombia. Finalmente, en la sección 4 se resumen los resultados más interesantes en relación a las semejanzas y las diferencias de la ira y se apuntan futuras líneas de investigación.


1. Las emociones como objeto de estudio interdisciplinar

A pesar de la proliferación de estudios sobre las emociones en la actualidad, no fue hasta finales del siglo XIX cuando las emociones comenzaron a considerarse objetos de interés científico. El pensamiento filosófico clásico, desde Platón, había establecido una dicotomía entre la razón y las emociones, dando prioridad a la razón sobre estas últimas (David, 2016). Esta perspectiva influyó enormemente en la percepción de las emociones durante siglos, retratándolas como obstáculos para el pensamiento racional que necesitaban ser controlados (Lyons, 1999).

Además, más allá de su asociación con la confusión cognitiva, las emociones también se consideraron causas o síntomas de desequilibrios físicos y enfermedades, remontándose a los principios médicos de Hipócrates, que forjaron la teoría de los cuatro humores (Sánchez y Ledesma, 2007). Según esta teoría, que se convirtió en la referencia predominante en la medicina desde la antigüedad clásica hasta principios del siglo XIX, el cuerpo humano se compone de cuatro sustancias básicas ubicadas en los órganos internos, que determinaban el carácter de una persona o explicaban cambios en su estado de ánimo (Geeraerts y Grondelaers, 1995). Sin embargo, en el siglo XX, los avances en los estudios en neurología (Damasio, 1994; 2010) demostraron que, contrariamente a la creencia popular impuesta por la tradición filosófica, las emociones funcionan en interacción con la mente, y estas están también involucradas en los procesos cognitivos, como por ejemplo, en la toma de decisiones, aunque la interacción entre razón y emoción a menudo ocurre de manera inconsciente.

A fines del siglo XIX, se habían producido algunos cambios en la consideración de las emociones y su relación con la cognición. En un intento por comprender las emociones desde una perspectiva fisiológica, James (1884) propone la teoría corporal, que sugiere que las emociones surgen como resultado de reacciones fisiológicas a estímulos. Según esta teoría, la experiencia emocional se basa en la conciencia de respuestas físicas, como el aumento de la frecuencia cardíaca o espasmos musculares, que ocurren en respuesta a un estímulo emocional.

Al mismo tiempo que se desarrollaba la teoría corporal, surgía también, de la mano de Darwin, la teoría de las emociones básicas. Esta teoría postula que existen emociones innatas y universales cruciales para la supervivencia individual. Darwin (1872) identificó seis emociones básicas: miedo, asco, felicidad, sorpresa, enfado y tristeza, que considera comunes a todas las culturas y grupos sociales. Aunque los patrones de expresión facial y postural asociados a estas emociones pueden variar culturalmente (Ekman y Cordaro, 2011), siguen siendo identificables fácilmente debido a sus claras manifestaciones y respuestas fisiológicas que esta teoría considera universales.

Otra importante aportación al estudio de las emociones es la teoría de la evaluación cognitiva (Arnold, 1954), que se centra en la percepción y evaluación de estímulos que dan lugar a las emociones. Según esta teoría, las emociones resultan de una evaluación subjetiva de los estímulos, implicando un juicio emocional sobre la adecuación o perjuicio de una situación. Esta evaluación considera la relevancia, las implicaciones, las consecuencias, los posibles perjuicios o beneficios, así como las expectativas asociadas con la situación, estableciéndose como la base de cada experiencia emocional. En este proceso, el pensamiento precede a la experiencia emocional y desempeña un papel fundamental (Lazarus, 1991).

Finalmente, las teorías dimensionales (Wundt, 1896) también explican parte de la complejidad de las emociones. Esta perspectiva considera los estados emocionales como fenómenos inespecíficos, diferenciados por grados o ubicación en dimensiones propuestas por diversos modelos que destacan elementos como la causa, la expresión, las sensaciones, la respuesta automática y la acción asociada. Estos modelos dimensionales se visualizan como un continuo en lugar de como absolutos, permitiendo establecer su posición en intervalos con diferentes ejes representando diversas dimensiones. Un ejemplo es la teoría tridimensional de Wundt (1896), que clasifica las emociones en términos de placer, activación y concentración de la atención.

Cada una de las diferentes teorías de las emociones se alinea con diferentes perspectivas desde las cuales se pueden observar el fenómeno emocional, y se centra en uno o dos de los elementos que lo componen: las reacciones físicas, la evaluación de los eventos que desencadenan las emociones, las expresiones faciales, o los sentimientos generales y la apreciación (Scarantino, 2018). Estas teorías son, por tanto, complementarias en el esfuerzo por lograr una mejor comprensión y descripción de las emociones, en las que el lenguaje también representa un papel relevante, por lo que la conceptualización de las emociones es también un tema crucial en la investigación lingüística como se describe en la sección 1.1.


1.1 La relación entre emoción y lenguaje figurado

Según Kövecses (1990), las emociones pueden ser definidas a través de prototipos y representadas en términos de modelos cognitivos. Estas conceptualizaciones varían tanto cultural como lingüísticamente y se expresan a través del lenguaje mediante metáforas y metonimias. La teoría de la metáfora conceptual, propuesta por Lakoff y Johnson (1980), es un marco teórico que argumenta que el lenguaje y el pensamiento cotidiano utilizan metáforas y metonimias de manera habitual.

En este enfoque, las metáforas y metonimias no se limitan a ser figuras literarias, sino que son mecanismos fundamentales de conceptualización, cuya expresión se manifiesta no solo a través del lenguaje oral y escrito, sino también a través de los gestos o las imágenes (Ibarretxe-Antuñano y Valenzuela Manzanares, 2021). Por ejemplo, la metáfora conceptual “el tiempo es algo valioso” subyace a expresiones como el tiempo es dinero, donde el tiempo se asocia con la idea de valor. Estas metáforas nos ayudan a comprender conceptos abstractos a través de otros más concretos y perceptibles.

La conceptualización emocional también se basa en metáforas conceptuales. Por ejemplo, la metáfora “La emoción es un líquido en un contenedor” implica que las emociones son como sustancias que fluyen dentro de las personas. Esta metáfora puede dar lugar a expresiones tan corrientes y habituales como estoy inundado de tristeza o la alegría me desborda. Estas metáforas influyen en cómo comprendemos y expresamos nuestras emociones.

Además de las metáforas, las metonimias también desempeñan un papel significativo en la conceptualización de las emociones pues son mecanismos conceptuales en los que un elemento se utiliza para representar a otro relacionado con él, dentro del mismo dominio conceptual. En el contexto emocional, las metonimias a menudo utilizan partes del cuerpo como dominio fuente. Por ejemplo, me duele el corazón se utiliza para expresar tristeza o dolor emocional. Estas metonimias vinculan experiencias emocionales con sensaciones físicas, en este caso, corazón por tristeza.

El pensamiento, al igual que el lenguaje y otras habilidades humanas, se basa en la experiencia del mundo. Por lo tanto, la interacción del cuerpo con el entorno es de suma importancia para entender los conceptos. El lenguaje surge de la experiencia corporal y cobra sentido según esa experiencia. En otras palabras, el lenguaje está motivado por esta experiencia corporal. A este fenómeno, Johnson (1987) lo denominó “corporeización” (Johnson, 1987).

Como explica Casasanto (2014), el origen experiencial de las metáforas y metonimias conceptuales ocurre no solo a través del cuerpo, sino también a través de la cultura y el lenguaje. Estos tres tipos de experiencias pueden combinarse. En esta línea, Ibarretxe-Antuñano (2013) señala que la cultura de cada comunidad actúa como un filtro para los elementos en línea con las premisas de esa comunidad e impregna las correspondencias conceptuales con componentes culturales que pueden diferir de los de otras culturas o sociedades. En el caso del lenguaje, este también puede ser el origen de la conceptualización de dominios abstractos, incluso si no hay correspondencias directas con experiencias físicas. Esto se debe a que se pueden crear nuevas correspondencias conceptuales basándose en expresiones lingüísticas existentes (Casasanto, 2014).

La psicolingüística juega un papel muy importante en relación a la teoría de la metáfora conceptual, ya que los datos obtenidos en este tipo de estudios proporcionan evidencia empírica de la existencia de metáforas a nivel conceptual (Ibarretxe-Antuñano y Valenzuela Manzanares, 2021). En este sentido, tal y como señalan Ibarretxe-Antuñano y Valenzuela Manzanares, los estudios psicolingüísticos han permitido superar el escepticismo inicial de algunos autores sobre la existencia de patrones metafóricos a nivel mental.

La conceptualización de las emociones a través de metáforas y metonimias conceptuales es esencial para entender cómo se expresan y experimentan las emociones en diferentes lenguas y culturas. Estos mecanismos no solo reflejan la experiencia humana, sino que también están influenciados por factores culturales y sociales. Al comprender cómo las metáforas y metonimias contribuyen a nuestra comprensión de las emociones, podemos apreciar la riqueza y complejidad de la expresión emocional en el lenguaje y el pensamiento humano.


2. La conceptualización y expresión lingüística de la ira en español

La ira es considerada una de las emociones más prototípicas y ha sido estudiada en diversas lenguas y culturas (Kövecses, 2000; Ogarkova, Soriano y Gladkova, 2016; 2018). Este interés surge del hecho de que la ira parece abarcar muchas de las características generales asociadas con el concepto de emoción. De hecho, ha sido una de las primeras emociones analizadas sistemáticamente a través de la Teoría de la Metáfora y la Metonimia Conceptuales. Los estudios sobre la ira abarcan numerosas lenguas, incluyendo las lenguas indoeuropeas como el inglés, el español o el ruso (Ogarkova y Soriano 2014, Ogarkova, Soriano y Gladkova, 2016; 2018), y las no indoeuropeas como el húngaro (Kövecses, 1995), el chino (Yu, 1995) y el japonés (Matsuki, 1995).

A pesar de las diferencias culturales y lingüísticas, se han identificado similitudes en la representación de la ira en diversas culturas, lo que sugiere la existencia de un modelo conceptual subyacente que trasciende las disparidades lingüísticas y culturales. Sin embargo, también se han observado notables diferencias en la representación de la ira entre culturas. Por ejemplo, algunas culturas enfatizan el control y la represión de la emoción, mientras que otras resaltan su expresión. Además, la localización de la ira en el cuerpo varía según la intensidad de la emoción, con diferencias en la cabeza, el corazón y el estómago, dependiendo de la cultura (Kövecses, 1995; Matsuki, 1995).

La conceptualización de la ira a través de la temperatura también es una característica común en diversas culturas, aunque se utilizan diferentes metáforas y metonimias relacionadas con el calor o el fuego, como “La ira es calor o la ira es fuego”. Por ejemplo, en español se prefiere la expresión freírse, mientras que en inglés se utiliza simmer, “cocer a fuego lento” (Soriano, 2004). Otro ejemplo de variación es el caso del chino, donde la metáfora “La ira es calor” está presente, pero en menor medida que la metáfora de “La ira es presión”, y no se asocia con un líquido interno, como sucede en otras culturas (Yu, 1995; 2008). El modelo conceptual de la ira propuesto por Lakoff y Kövecses (1990) ofrece un marco genérico para la representación de esta emoción que puede adaptarse a las diferencias culturales.

Al igual que en otras lenguas, la conceptualización metafórica y metonímica de la ira ha sido una de las primeras emociones que se han investigado en español y, en muchas ocasiones en comparación con otras lenguas (Ogarkova y Soriano, 2022; Suárez-Campos, Hijazo-Gascón e Ibarretxe-Antuñano, 2022; entre otros).

Una de las mayores aportaciones de todos estos trabajos de investigación ha sido identificar y documentar diferentes metáforas y metonimias conceptuales en el contexto del español. Para poder resaltar sus características más distintivas y poder así establecer el alcance de la conceptualización de la ira desde el punto de vista diatópico, objetivo principal de este artículo, se presentan en las dos siguientes secciones una recopilación de todas estas metáforas (sección 2.1) y metonimias (sección 2.2) con ejemplos ilustrativos.


2.1. Metáforas de la IRA en español

Las metáforas sobre la ira que se han propuesto en los estudios especializados (Soriano, 2004; Ogarkova y Soriano, 2014; 2018; Ogarkova, Soriano y Gladkova, 2016) se pueden agrupar en tres grandes grupos según el tipo de dominio fuente. Los dos primeros, que destacan por la variedad de metáforas que generan, se refieren a los dominios fuente del “contenedor” y del “calor”. El tercero es un grupo misceláneo donde se recopilan el resto de diferentes dominios fuente. A continuación, se describen en detalle estos tres grupos.

El grupo de metáforas que parten del dominio fuente del contenedor se pueden, a su vez, subdividir entre aquellas en las que el “contenedor” es la persona o una parte de su cuerpo, y aquellas en las que el “contenedor” se refiere a la emoción y es la persona la que entra en él.

La Tabla 1 resume estas posibilidades:



La emoción como “contenedor”, también se puede interpretar como “la emoción es un lugar o un espacio limitado”, que según Reali y Arciniegas (2015), es más frecuentemente utilizado en español para conceptualizar las emociones negativas, que la primera, “El cuerpo es un contenedor”, para la que, en cambio, habría una tendencia a conceptualizar las emociones positivas. Sin embargo, como se puede ver en la Tabla 1, en el caso de la ira, se detectan más metáforas conceptuales que se relacionan con el cuerpo de la persona, o una parte, como “contenedor” de esta emoción que sobre “La emoción es un contenedor, lugar o espacio limitado”, existiendo también más expresiones metafóricas en las que subyace esta conceptualización, como por ejemplo, rebosante de ira o tragarse la rabia.

“El cuerpo es un contenedor” se combina con otras metáforas generales como “El sujeto en sí mismo” o “Control es estar en una locación canónica”. Ambas combinaciones se relacionan con la pérdida de control. Cuando la persona está muy enfada se sale de sí mismo, estar fuera de sí, o de su locación canónica, salirse de sus casillas, sacar de quicio, lo que implica la pérdida de control sobre sí o sobre sus actos. “EL contenedor” puede también reducirse a “una parte del cuerpo” y, en el caso del español, las partes del cuerpo que son más recurrentes para alojar la ira son el estómago, el corazón o el pecho, y en menor medida la cabeza (Soriano, 2004), como se observa en expresiones como tener la ira en el corazón o me sube la ira del estómago a la cabeza.

Dentro del “contenedor”, la ira se puede presentar como un fluido que se eleva al incrementarse también la emoción, llegando al límite del contenedor, situada en español en la cabeza, o alguna zona concreta de esta como la nariz o la coronilla, como en estar hasta las narices. Si la ira sigue creciendo, el fluido puede desbordarse, como en rebosante de ira.

La ira también se puede conceptualizar a partir del dominio fuente del CALOR. La Tabla 2 recoge este grupo de metáforas conceptuales.



El calor se puede dar en forma sólida, como fuego, así se observa en expresiones como quemarse, echar chispas o estar frito. También el calor se puede dar como líquido, relacionándose con la metáfora del “contenedor” y produciendo “la ira es un fluido en un contenedor”, que da lugar a varias metáforas derivadas sobre el comportamiento de este fluido según vaya aumentando o disminuyendo la emoción. A mayor intensidad de la emoción mayor calor: echar humo por las orejas. Y cuando la ira se vuelve demasiado intensa, el contenedor explota o estalla de ira.

Finalmente, en la Tabla 3 se recogen aquellas metáforas del grupo misceláneo en las que intervienen diferentes dominios fuente:



En la metáfora conceptual “La ira es un oponente”, la emoción aparece como una entidad externa y superior que somete a la persona enfadada, que lucha, por otro lado, por liberarse, aunque no siempre lo consigue como ocurre en rendirse a la ira. A veces este oponente ES UN SER SOBRENATURAL, normalmente un demonio o ser maligno, como en llevarle los demonios. Estas metáforas denotan la pérdida de control de la persona, como es también el caso de otras formas de fuerza intensa como la naturaleza, por ejemplo, en echar rayos o la de los animales, como en enfurecer o cabrearse, que además manifiestan el peligro de esa fuerza para las personas cercanas y la irracionalidad de la persona que sufre el enfado.

Las expresiones metafóricas a partir de la metáfora conceptual “La ira es un arma” contemplan la implicación de peligro para las otras personas, como en la expresión ser el blanco de la ira. Además, reflejan la pérdida de la razón, y por consiguiente de control, las expresiones en las que subyace la metáfora conceptual “La ira es locura”, como, por ejemplo, en loco de ira, y “La ira es enfermedad”, como en ponerse del hígado.

Además del carácter negativo de todas estas imágenes sobre la IRA, hay que añadir que esta es también “un peso” para la persona que no soporta, tiene que aguantar o descarga sobre los demás. Por último, se señala como una de las causas de aparición de esta emoción el hecho de “traspasar un límite”, como indica la expresión pasarse de la raya.


2.2. Metonimias de la IRA en español

La clasificación de metonimias conceptuales de la ira en español, basada en Soriano (2004), divide entre causas y efectos de la ira. A esta propuesta se ha añadido, como efecto de la ira, la metonimia “sabor agrio por ira” (Esenova, 2009; Ogarkova y Soriano, 2018). La Tabla 4 resume todas estas metonimias con sus respectivos ejemplos ilustrativos:



Entre las “causas de la ira” se recogen expresiones metonímicas como molestarse, picarse, irritarse, que en español están fuertemente convencionalizadas. Por otra parte, los “efectos de la ira” se manifiestan mediante la agresión, física, verbal o visual, en el caso de expresiones como maldecir o fulminar con la mirada, también por un “Comportamiento violento por ira”, que se relaciona con la falta de control de la persona que se enfada, y la pérdida de la capacidad de razonar, lo que la lleva a un comportamiento irracional, como en la expresión subirse por las paredes. También denota agresividad hacia los otros y hacia sí mismo con expresiones como tirarse de los pelos.

Otros “efectos de la ira” se dan en el plano fisiológico y manifiestan la respuesta corporal de la persona que sufre la ira. Estas metáforas señalan cambios muy diversos en la postura corporal, los gestos, las sensaciones de la persona o en mecanismos corporales internos. La persona enfadada puede manifestar un enrojecimiento en su rostro, debido a la subida de la sangre hacia esa zona, aunque también este fenómeno se expresa mediante el cambio a otros colores como en las expresiones ponerse negro o ponerse de todos los colores, bajo las que subyace la misma idea de “cambio de color por ira”.

Otro ejemplo de efecto físico del enfado es el “Aumento de la presión interna”, bien a nivel arterial, con una subida de las pulsaciones, como recogealterar la sangre a alguien, o bien a nivel muscular, con la tensión de los músculos del cuerpo, como en poner los nervios de punta. Como sensaciones internas destaca la agitación, como se observa en perder la calma o en temblar de ira. A la ira también se le imputa el producir dificultades en el raciocinio y la comprensión, por perdida de la razón o los sentidos, como exponen cegarse y perder la cabeza.

Por último, la metonimia conceptual “Sabor agrio por ira” se da en español, ya que se utilizan expresiones como estar avinagrado o llevar cara de vinagre, para indicar que la persona está enfadada.

La lista de metáforas y metonimias que se ha presentado en las secciones anteriores es una recopilación de cómo se conceptualiza y se expresa la ira en español de Europa según la literatura científica previa. En líneas generales, la posible variación diatópica apenas ha sido considerada en los estudios interlingüísticos sobre metáfora y metonimia. Se ha dado por hecho que los hablantes de diferentes variedades diatópicas comparten no solo una misma cultura, sino una misma lengua. De hecho, autores como Fontaine, Scherer y Soriano (2013) en sus estudios sobre términos emocionales sugieren que existe mayor similitud en los conceptos emocionales entre variantes de la misma lengua o entre lenguas de la misma familia. Por ejemplo, en el caso de las lenguas eslavas, Ogarkova, Panasenko y Lewandowska-Tomaszcyk (2013) encontraron mayores similitudes entre ruso, ucraniano, checo, eslovaco y polaco que con el inglés, especialmente entre el ruso y el ucraniano.

Sin embargo, si uno de los argumentos principales que describen la corporeización, y, por ende, la base conceptual de estos mecanismos cognitivos, es que está compuesta de factores tanto corporales como culturales, no se puede asumir, sin investigarlo científicamente, que este tipo de metáforas y metonimia de la ira sea el mismo para todos los hablantes que pueden compartir una misma lengua general, pero no sus variedades diatópicas o, como en el caso que nos ocupa, una misma cultura. Cuando se estudian este tipo de conceptualizaciones en lenguas que, como el español, se encuentran distribuidas en diferentes partes del mundo, es necesario investigar más a fondo, no solo sus posibles diferencias lingüísticas (las cuales pueden afectar a las expresiones metafóricas y metonímicas), sino también sus posibles diferencias culturales. De hecho, Soriano et al. (2013) en su comparación de términos emocionales de la ira en el español de España y de Colombia apuntaban que podrían existir diferencias. Por ejemplo, el término molesto tendría más relación con la rabia o el enfado fuerte en Colombia, pero no en España, donde se correspondería con un enfado moderado. Salvo este estudio de Soriano et al. (2013), no hay más investigación que profundice en este ámbito. Por ello, el objetivo de este artículo es precisamente investigar, desde un punto de vista psicolingüístico, si hay o no semejanzas y diferencias tanto en la conceptualización de metáforas y metonimias (sección 3.2) como en su codificación (sección 3.3) en dos grupos de hablantes nativos del español. Estos hablantes comparten una lengua general (no sus variedades) pero pertenecen a culturas diferentes: España y Colombia.

Este enfoque más específico permitirá evaluar con mayor precisión cómo se conceptualiza la ira en dos contextos hispanohablantes diferentes, enriqueciendo así la comprensión de las variaciones lingüísticas y culturales en la expresión de las emociones.


3. Estudio psicolingüístico de la conceptualización de la IRA en Colombia y España

La variabilidad en la expresión emocional, aun en contextos lingüísticos compartidos, motiva una investigación más profunda centrada en la ira, específicamente en las particularidades del español de España y de Colombia. Este estudio se propone explorar el papel de los factores corporales y culturales en la conceptualización que subyace a las expresiones metafóricas y metonímicas de la ira en español, comparando estas conceptualizaciones entre ambos países. La metodología seguida en el estudio se explica en la sección 3.1.

El estudio se estructura en dos partes fundamentales. En la primera, se llevará a cabo un análisis psicolingüístico, descrito en la sección 3.2, con el fin de comprender la conceptualización de la ira en el español de España y de Colombia. Posteriormente, en la segunda parte, descrita en la sección 3.3, se relacionará este análisis con las expresiones metafóricas y metonímicas de la ira en español comentadas en las secciones 2.1 y 2.2 respectivamente.


3.1. Metodología

Para el análisis psicolingüístico, se empleó la metodología GRID del Centro Suizo de Ciencias Afectivas (CISA), diseñada para investigar el significado de términos emocionales y utilizada en estudios previamente evocados (Fontaine, Scherer y Soriano, 2013; Ogarkova, Panasenko y Lewandowska-Tomaszcyk, 2013; Soriano et al., 2013). La recopilación de datos mediante esta metodología se contrastó con el corpus de metáforas y metonimias conceptuales identificadas para la ira en español, lo que permitió una evaluación más precisa de las diferencias lingüísticas y culturales en la conceptualización de la ira entre los hispanohablantes. Este enfoque integral proporciona una perspectiva más holística sobre cómo estas expresiones emocionales se manifiestan y se comprenden en diversos contextos, contribuyendo así a una comprensión más amplia de la diversidad emocional dentro de una misma lengua.

En concreto, para la obtención de datos psicolingüísticos sobre la conceptualización de l la ira en el español de España y de Colombia, se eligió el cuestionario CoreGRID (Fontaine, Scherer, y Soriano, 2013). Este cuestionario, con 68 preguntas divididas en cinco bloques, se basa en teorías psicológicas de las emociones (revisadas en la primera parte de la sección 1). Cada uno de los bloques se enfoca en uno de los componentes cognitivos, fisiológicos, expresivos, conductuales y subjetivos, señalados por las teorías psicológicas de las emociones, correspondiéndose cada bloque con: sensaciones generales sobre la emoción, sensaciones corporales, expresión facial y corporal, tendencias conductuales y evaluación del evento emocional. Para adaptarse a los objetivos del estudio, se elaboró una versión que incluye 11 preguntas adicionales de la versión del CoreGRID de Chavarría, Villada y Chaves (2017) que estudia las emociones en el contexto de logro, resultando en un total de 76 preguntas.


3.1.1. Tareas

Los participantes evaluaron cada una de las 76 preguntas sobre la emoción de la IRA en una escala Likert del 1 al 9, donde 1 indica "extremadamente improbable" y 9 indica "extremadamente probable". Las preguntas seguían el modelo presentado en los ejemplos (1) a (3):

(1) Si una persona dice sentir ira para describir una experiencia emocional, ¿qué probabilidad habría de que esa persona hable con voz temblorosa?

(2) Si una persona dice sentir ira para describir una experiencia emocional, ¿qué probabilidad habría de que esa persona quiera huir?

(3) Si una persona dice sentir ira para describir una experiencia emocional, ¿qué probabilidad habría de que esa persona se sonroje?


3.1.2. Participantes

Los datos de la ira en español europeo se recogieron entre el alumnado de una universidad española. El grupo de participantes españoles lo componían 65 participantes con un promedio de edad de 19,40 años y un 80% de mujeres. El grupo de participantes colombianos lo componen 36 estudiantes universitarios, con una edad promedio de 20,42 años y un 58,3% de mujeres (Chavarría, Villada y Chaves, 2017). Tanto los participantes españoles como colombianos eran hablantes nativos de español, no usaban otras lenguas de manera habitual ni tenían experiencia viviendo fuera de sus países respectivos.


3.1.3. Procedimiento

En la evaluación de los resultados, se considerarán como característicos de la ira aquellos valores con una media superior a 6 puntos (marcados en color naranja en las tablas), y dentro de este rango, se destacan como muy característicos aquellos que superen los 7 puntos. Por otro lado, se clasificaron como no característicos aquellos valores por debajo de 3,5 (resaltados en color azul en las tablas), mientras que los valores intermedios, situados entre 3,5 y 6 puntos de media, se considerarán neutros. Las diferencias de más de 1 punto entre las respuestas de colombianos y españoles se resaltarán en negrita en las tablas pertinentes. Se compararán las medias de las respuestas de cada grupo.

Estos datos psicolingüísticos sobre la ira en español de las variedades de Colombia y España serán contrastados, en la segunda parte del estudio, con las metáforas y metonimias conceptuales que han sido descritas para el español en las secciones 2.1 y 2.2. Para llevar a cabo este contraste, se relacionarán cada uno de los cinco bloques de preguntas del análisis psicolingüístico con las metáforas y metonimias conceptuales con las que guarden relación. Estas categorías incluyen la representación de sensaciones generales de la ira, las sensaciones corporales asociadas, la expresión facial, la postura corporal y el comportamiento característico. Mediante este enfoque metodológico, se busca establecer conexiones precisas entre las características de la ira identificadas en el estudio psicolingüístico y las metáforas y metonimias conceptuales que subyacen en las expresiones en español.


3.2. Parte 1: la conceptualización de la IRA en Colombia y España


3.2.1. Resultados

En esta sección, se recogen los datos psicolingüísticos recopilados sobre la conceptualización de la ira en el español de España y Colombia, obtenidos a través del cuestionario CoreGRID. A continuación, se presentan los datos correspondientes a cada uno de los cinco bloques de preguntas, correspondiéndose con 1) las sensaciones generales asociadas a la emoción, 2) las sensaciones corporales experimentadas, 3) la expresión facial y corporal manifestada, 4) las tendencias conductuales observadas y 5) la evaluación de eventos desencadenantes. En cada caso se señalarán los elementos salientes en la caracterización de la emoción de la ira en español, así como las diferencias entre las respuestas del grupo de informantes españoles y el de colombianos.

Las respuestas del primer bloque de preguntas recogidas en la Tabla 5 muestran que tanto para los colombianos como para los españoles, la ira genera una sensación intensa y negativa. También revela que la ira es una emoción que activa a la persona que la experimenta y le ocasiona una sensación de intranquilidad.

Las sensaciones que han obtenido menor puntuación en este bloque en ambos grupos son: buena, calmada y débil, indicando una menor identificación con la ira en relación con estas características.



Aunque las respuestas de colombianos y españoles son muy similares, se observa que la ira implica una mayor fuerza para los colombianos que para los españoles, evidenciada por una diferencia de 2,25 puntos (7,56 para los colombianos y 5,32 para los españoles).

Las respuestas al segundo bloque se presentan en la tabla 6 abordando las sensaciones corporales asociadas con la ira.



En este segundo bloque de preguntas destacan, para ambos grupos, la aceleración del ritmo cardíaco y la respiración más rápida, ambas con una media superior a 8 puntos. La sensación de calor también es notable, con 8,53 puntos para los colombianos y 7,8 para los españoles. Otra sensación destacada en ambos grupos, con más de 8 puntos, es la tensión muscular. Dos sensaciones corporales que los colombianos han identificado fuertemente en relación con la ira son la presencia de sudor y enrojecimiento facial. Ambas sensaciones también han sido notadas por los españoles, aunque en menor medida, evidenciando una diferencia de 1,6 puntos menos en ambos casos.

En menor medida, la ira provoca molestias estomacales tanto para los colombianos como para los españoles. Sin embargo, para estos últimos, la conexión con esta sensación corporal es menos significativa, con una puntuación media de 4,83, lo que representa 1,22 puntos menos en comparación con los colombianos.

En relación a las sensaciones menos vinculadas con la ira (puntuaciones por debajo de 3,5 puntos), ambos grupos destacan, de manera muy similar, la debilidad en las extremidades, la palidez, la disminución del ritmo cardiaco, la respiración más lenta y la sensación de frío. La Tabla 7 presenta las respuestas proporcionadas al tercer bloque de preguntas, centrado en la expresión facial y corporal de la emoción:



En este bloque, no se observan diferencias significativas entre las respuestas del grupo de colombianos y españoles. Ambos han identificado elementos expresivos fuertemente relacionados con la ira, marcando por encima de 8 puntos el fruncir el ceño y elevar el tono de voz.

Asimismo, en ambos grupos, con puntuaciones superiores a 6,5 puntos, resaltan la aparición de lágrimas en los ojos, hablar con un tono más firme o adoptar una postura erguida con la cabeza en alto. En menor medida, se mencionan dificultades para hablar o tener la voz temblorosa en personas enfadadas. Ambos grupos coinciden en señalar como elementos no vinculados con la ira (puntuaciones por debajo de 3 puntos) la sonrisa, hablar más despacio, adoptar una postura encorvada o estar cabizbajo.

Las respuestas al cuarto bloque de preguntas, relacionadas con las tendencias de actuación ante la emoción, se detallan en la Tabla 8:



Nuevamente, las respuestas de los participantes colombianos y españoles coinciden. Ambos grupos identifican como principales características de la actuación de una persona enfadada (puntuaciones por encima de 7,5 puntos) la oposición a la otra persona o situación, y el impulso de querer herir o causar daño, con ligeras variaciones. En el caso de los colombianos, las puntuaciones superan los 8,5 puntos, mientras que en los españoles no llegan a 8.

Ambos grupos también comparten la tendencia de querer enfrentar la situación, con 7,33 puntos para los colombianos y 6,85 para los españoles. En menor medida (puntuaciones entre 6,23 y 6,81), ambos señalan el deseo de detener lo que se está haciendo y la voluntad de deshacer lo sucedido. Por otro lado, las tendencias de actuación poco relacionadas con la ira (puntuaciones por debajo de 2 puntos), tanto para los colombianos como para los españoles, incluyen el deseo de que la situación dure o se repita, obedecer los deseos del otro, y cantar y bailar. Además, el deseo de no hacer nada ante la ira ha recibido una puntuación baja, aunque con una diferencia de 1,11 puntos entre las respuestas de colombianos (2,97 puntos) y españoles (4,08 puntos), indicando una inclinación ligeramente más pronunciada en los españoles hacia no querer hacer nada.

Finalmente, en la Tabla 9 se presentan las respuestas al quinto y último bloque de preguntas, que aborda la evaluación del suceso:



En este último bloque, las respuestas de los participantes colombianos y españoles son muy similares. Ambos grupos destacan como las evaluaciones más destacadas del suceso las consecuencias negativas de la emoción y su carácter desagradable. Sin embargo, se observa una mayor incidencia de las consecuencias negativas entre los colombianos (8,29 puntos) en comparación con los españoles (7,29 puntos), mientras que el carácter desagradable es más relevante para los españoles (8,14 puntos) que para los colombianos (7,78 puntos).

Tanto los españoles como los colombianos identifican la acción de otra persona como la causa del suceso, aunque la respuesta de los colombianos a esta característica es más clara, con una media de 7,53 puntos, en comparación con los 6,20 puntos de las respuestas de los españoles. Del mismo modo, ambos grupos están de acuerdo en que el evento requiere una respuesta inmediata, siendo nuevamente más alta la respuesta de los colombianos (7,22 puntos) que la de los españoles (6,05).

Otras características destacadas por ambos grupos en este bloque incluyen el carácter injusto del suceso y el hecho de que actúa en contra de los principios e ideales de la persona, aunque los españoles han otorgado 1,16 y 1,47 puntos menos de media, respectivamente, que los colombianos. En general, los colombianos han dado puntuaciones más elevadas en sus respuestas hacia las características de la evaluación del evento de la ira. No obstante, la diferencia más notable entre ambos grupos es la mayor consideración de los colombianos de la ira como un suceso que viola las normas socialmente aceptadas, con una media de 7,47 puntos frente a los 5,79 puntos otorgados por los españoles.

En menor medida, tanto los colombianos como los españoles señalan que el suceso es incontrolable y repentino. Además, ambos grupos de participantes están de acuerdo en que el suceso no es placentero ni agradable para la otra persona, con ambas características con menos de 2 puntos de media.


3.2.2 Discusión

Tras analizar los cinco bloques de preguntas del cuestionario CoreGRID, emergen las características más notables asociadas a la ira en el contexto del español. Esta intensa emoción, de naturaleza negativa, evoca una sensación de intranquilidad, acompañada de respuestas fisiológicas como la aceleración del ritmo cardiaco, la respiración agitada, la tensión muscular y una sensación de calor. La ira se manifiesta también en expresiones faciales y corporales distintivas, como el ceño fruncido, hablar con más fuerza, firmeza y rapidez, y mantener una postura erguida. Quienes experimentan la ira suelen desear detener o revertir la situación, oponerse a ella y, en algunos casos, expresar el deseo de infligir daño físico o verbal. El evento que desencadena la ira se caracteriza por consecuencias negativas y un carácter desagradable, comúnmente atribuido a situaciones injustas provocadas por otras personas, en conflicto con los valores e ideales del individuo, que tiende a adoptar un rol dominante.

Tanto participantes colombianos como españoles resaltaron estas características, mientras rechazaron aspectos como palidez facial, sensación de frío, hablar más despacio, el deseo de cantar y bailar, y la percepción de la situación como agradable. Aunque se observa cierta variación entre ambos grupos (menos de 1,5 puntos de diferencia), se destacan diferencias notables, como una mayor molestia estomacal para los colombianos (diferencia de 1,22 en comparación con los españoles) y un mayor deseo de inactividad en respuesta al enfado por parte de los españoles (diferencia de 1,11 en comparación con los colombianos).

Otras divergencias más pronunciadas para los colombianos, superando los 1,5 puntos de diferencia, se encuentran en respuestas fisiológicas como sudoración (1,65 puntos de diferencia respecto a los españoles) y enrojecimiento (1,69 puntos de diferencia), así como en la percepción del evento como relevante para el otro (1,77 puntos de diferencia) o como una violación de las normas socialmente aceptadas (1,68 puntos de diferencia).

La única característica atribuida a la ira que no fue compartida por españoles y colombianos es la sensación de fuerza de la emoción. Para los colombianos, la ira produce una sensación fuerte, puntuada con una media de 7,56 puntos, mientras que, para los españoles, esta característica tiene una connotación más neutral, con una media de 5,32 puntos (una diferencia de 2,24 puntos entre ambos grupos). Sin embargo, ambas culturas coinciden en la no percepción de la emoción como una sensación débil, con medias de 3,58 y 3,90 para colombianos y españoles, respectivamente, matizando la respuesta española al reconocer que, aunque no consideran la ira como una sensación especialmente fuerte, tampoco la perciben como débil.

En este análisis del cuestionario CoreGRID, se evidencia que la conceptualización de la ira para españoles y colombianos comparte más características comunes que diferencias. Estos datos se contrastarán con la clasificación de metáforas y metonimias en español, elaborada a partir del español de España, teniendo en cuenta las variaciones observadas en el cuestionario CoreGRID entre ambas poblaciones.


3.3. Parte II: expresiones metafóricas y metonímicas

El análisis del cuestionario CoreGRID revela una notable similitud en la conceptualización de la ira entre hablantes españoles y colombianos, con diferencias no significativas entre ellos. Esto permite contrastar estos datos con la clasificación previamente establecida de metáforas y metonimias en español, como se detalla en las secciones 2.1 y 2.2, la cual se basa principalmente en el español de España. Al realizar esta comparación, se tendrán en cuenta las diferencias específicas observadas en el cuestionario CoreGRID entre los participantes españoles y colombianos.

En general, se observa gran relación entre los datos del CoreGRID y las metáforas y metonimias que se utilizan en español para expresar la ira. Las características principales de la ira que se destacan en los resultados del cuestionario CoreGRID se reflejan en las expresiones metafóricas y metonímicas en español. Así, las sensaciones generales que se han destacado en el cuestionario, como la intranquilidad (7,92 para los colombianos y 7,03 para los españoles) se reflejan en expresiones como perder la calma o temblar de ira, basadas en la metonimia conceptual “ira es agitación”.

Las sensaciones corporales que han sido señaladas en el CoreGRID, como la tensión muscular (8,14 y 8,1) la aceleración del ritmo cardiaco (8,72 y 8,32) y la respiración (8,44 y 7,86), también se manifiestan en las expresiones españolas, principalmente en las metonimias referidas a los “efectos fisiológicos de la ira”, como poner los nervios de punta o alterar la sangre a alguien. También se ha señalado como característica de la ira la sensación de acaloramiento (8,53 y 7,8), que puede relacionarse con expresiones derivadas de la metáfora conceptual “ira es calor”, como quemarse, encender a alguien o me hierve la sangre.

En cuanto a las expresiones faciales y corporales características, evidenciadas en el CoreGRID, como el ceño fruncido (8,19 y 7,64), o hablar de manera más fuerte (8,46 y 8,32), firme (7,64 y 6,41) y rápida 87,83 y 7,73), también se manifiestan en expresiones metonímicas correspondientes a los “efectos de la ira”, como, por ejemplo, poner el grito en el cielo y fruncir el ceño.

Los deseos de oponerse a la otra persona (8,61 y 7,52), como una de las tendencias de actuación destacada en el CoreGRID, así como también, los deseos de herirla física o verbalmente (8,75 y 7,85), son recogidos también en las expresiones metonímicas referidas al “comportamiento agresivo” o “agresión por ira” en expresiones como tirarse de los pelos, subirse por las paredes o tener ganas de romperle la cara a alguien.

El evento en que se desenvuelve la ira se caracteriza por sus consecuencias negativas (8,28 y 7,29) y su carácter desagradable (7,78 y 8,14) lo que está en consonancia con los dominios fuente, cuya imagen connotan negatividad y desagrado, que contienen muchas de las expresiones metafóricas y metonímicas, como veneno, furia, picor, mal, el color negro, demonio, cólera, sapos y culebras. También según los resultados obtenidos a través del CoreGRID, el evento se suele achacar a una situación injusta (7,67 y 6,20), normalmente causada por otra persona (7,53 y 6,20). Esta injusticia causada por la otra persona también se relaciona con la metáfora conceptual contabilidad moral (Lakoff y Johnson, 1999), aunque esta no ha sido señalada como específica de la ira. Según el concepto de contabilidad moral, cuando alguien hace algo negativo se produce un desequilibrio, y para reestablecerlo se necesita llevar a cabo una retribución o compensación. Algunas expresiones convencionalizadas en español, que Soriano (2004) destaca sobre esta metáfora conceptual, están basadas en la idea de deuda o pago al ofendido, como me las vas a pagar o pagarla con alguien.

Por último, el evento choca con los valores e ideales de la persona enfadada (7,86 y 6,70) y, para los colombianos, además, supone una violación de las normas establecidas (7,47), no siendo visto de la misma manera por los españoles, que se muestran más neutrales ante esta característica (5,79). A pesar de esta diferencia entre españoles y colombianos, existen expresiones metafóricas en español que indican que traspasar estas normas sociales, o los límites que marcan los valores establecidos por la persona, son causa de enfado, como Pasarse de la raya o pasarse tres pueblos, basadas en la metáfora conceptual “La causa de la ira es traspasar un límite”.

Además de esta respuesta más neutra de los españoles, a diferencia de los colombianos, ante la violación de las normas que supone la ira, se han advertido otros casos similares en el cuestionario CoreGRID, donde los colombianos han dado una respuesta mayor que los españoles a ciertas características con las que se encuentra relación con expresiones metafóricas y metonímicas del corpus en español. Por ejemplo, con la respuesta fisiológica de sonrojarse, en expresiones como ponerse rojo, aunque los españoles han respondido de manera neutra con 5,78 puntos de media, frente a 7,46 puntos que le dan los colombianos. Otro caso similar se da con la principal diferencia en el cuestionario entre ambos grupos de hispanohablantes, esta es que los colombianos consideran que la ira produce una sensación fuerte (7,56 puntos) en cambio los españoles vuelven a dar una respuesta neutra ante esta característica (5,32 puntos), y se puede corroborar la fuerza de la ira en expresiones relacionadas, por ejemplo, con “la ira es una fuerza de la naturaleza”, como en levantar tempestades, o “la ira es un animal”, como en ponerse como una furia.


4. Conclusiones

El objetivo de este trabajo ha sido comparar la conceptualización de la ira en español de España y de Colombia, explorando el papel de los factores corporales y culturales en la creación de expresiones metafóricas y metonímicas en español.

Se pueden identificar elementos comunes en la conceptualización de la ira en el español de España y de Colombia, como su origen vinculado a la percepción de injusticia y la consiguiente búsqueda de restitución. Asimismo, ambas comunidades comparten diversos rasgos asociados a sensaciones corporales, tales como la aceleración del ritmo cardíaco y la respiración, así como expresiones faciales y corporales características, como el ceño fruncido.

Además, estas características propias de la ira, resaltadas en el cuestionario CoreGRID, se manifiestan a través de expresiones metafóricas y metonímicas arraigadas en cambios fisiológicos, como la sensación de calor, relacionadas con “la ira es calor”, evidente en expresiones como quemarse, encender a alguien o me hierve la sangre, o en expresiones metonímicas que responden a “efectos fisiológicos de la ira”, como la tensión muscular, en expresiones como poner los nervios de punta o la aceleración del ritmo cardiaco, como en alterar la sangre a alguien, lo que evidencia la motivación corporeizada de estas metáforas y metonimias.

No obstante, también se han encontrado matices entre los hablantes de España y de Colombia. Por ejemplo, aunque ambos grupos de hispanohablantes coinciden en percibir la ira como una experiencia emocional intensa, los colombianos la identifican como una emoción más fuerte en comparación con los españoles. Estos resultados se asemejan a los obtenidos en estudios anteriores (Fontaine, Scherer, y Soriano, 2013; Ogarkova, Panasenko y Lewandowska-Tomaszcyk, 2013; Soriano et al., 2013), donde las diferencias más amplias se encuentran entre lenguas distantes tanto genéticamente como culturalmente y subrayan la complejidad en la representación y comprensión de la ira, destacando la importancia de considerar factores culturales y lingüísticos en la construcción de significados emocionales.

Estos resultados abren la puerta a futuras investigaciones, que involucren a hablantes de otras variedades del español, aborden diversas emociones y exploren expresiones metafóricas y metonímicas no solo en el español de España y Colombia, sino también en otras variantes lingüísticas. La complejidad y diversidad en la conceptualización de la ira, y posiblemente de otras emociones, entre distintas comunidades lingüísticas, señala un terreno fértil para comprender las sutilezas interculturales en la comprensión de las emociones humanas.

En conclusión, este estudio destaca la importancia de investigar la conceptualización emocional a través del lenguaje. La comprensión de cómo las expresiones lingüísticas reflejan y moldean las experiencias emocionales no solo enriquece nuestro conocimiento sobre la diversidad emocional dentro de una misma lengua, sino que también arroja luz sobre las complejidades de la interacción entre factores corporales y culturales en la percepción y expresión de las emociones. Los resultados de este estudio sugieren que, aunque existen similitudes fundamentales en la conceptualización de la ira entre los hablantes de español de Colombia y España, las diferencias culturales pueden influir en la intensidad y la forma en que se experimenta y se expresa esta emoción. Además, los factores corporales, como las sensaciones físicas asociadas a la ira, juegan un papel crucial en la construcción y comprensión de las metáforas y metonimias utilizadas. Por lo tanto, este tipo de investigación no solo nos permite profundizar en la comprensión de las emociones humanas desde una perspectiva intercultural, sino que también nos proporciona información valiosa sobre cómo los factores biológicos y culturales interactúan para dar forma a nuestra experiencia emocional y lingüística. Esta comprensión puede tener importantes implicaciones en campos como la psicología, la lingüística y la comunicación intercultural, contribuyendo así a un mayor entendimiento y empatía entre individuos y comunidades en un mundo cada vez más globalizado.


Bibliografía


Notas