El cuerpo perdido:una aproximación al cuento de ciencia ficción latinoamericano contemporáneo

The Lost Body, an Approach to Contemporary Latin American Science Fiction



Lucía Vazquez¹
CONICET. UBA. ILH. USAL
ORCID:0000-0001-8699-1236



Recibido: 18 de Setiembre de 2023
Aprobado: 15 de Noviembre de 2023


Resumen

La propuesta de este trabajo es abordar una muestra de cuentos pertenecientes a la antología de ciencia ficción compilada por Rodrigo Bastidas, El tercer mundo después del sol, y realizar una lectura cuyo eje será el cuerpo. Esta antología tiene la particularidad de ser una de las pocas apuestas editoriales para conformar un panorama contemporáneo de la ciencia ficción latinoamericana. La compilación logra una variedad en las obras que permite vislumbrar rasgos del género en nuestra región. Lejos de seguir preguntándose por el supuesto retraso tecnológico y la imposibilidad de una ciencia ficción en Latinoamérica, la antología demuestra que hay una producción abundante y particularísima. Para lo que nos interesa plantear en este trabajo nos centraremos especialmente en el tratamiento que hace esta literatura de los cuerpos, en vínculo con las ideas del poshumanismo. Lo haremos en una serie de cuentos que busca mostrar variedad en el origen de sus autores.

Palabras clave: Ciencia ficción; cuerpo; poshumanismo; Latinoamérica; futuro.

Abstract

The proposal of this work is to approach a sample of stories belonging to the science fiction anthology compiled by Rodrigo Bastidas, El tercer mundo después del sol, and carry out a reading whose axis will be the body. This anthology has the particularity of being one of the few editorial bets to shape a contemporary panorama of Latin American science fiction. The compilation achieves a variety in the works that allows us to glimpse features of the genre in our region. Far from continuing to wonder about the supposed technological delay and the impossibility of a science fiction in Latin America, the anthology shows that there is an abundant and very particular production. For what we are interested in proposing in this work, we will focus especially on the treatment that this literature makes of bodies, in connection with the ideas of posthumanism. We will do it in a series of stories that seeks to show variety in the origin of its authors.

Key words: Science fiction; body; posthumanism; Latin America; future.




Introducción

La propuesta de este trabajo es abordar una muestra de cuentos pertenecientes a la antología de ciencia ficción El tercer mundo después del sol (2021), y realizar una lectura cuyo eje será el cuerpo. Esta antología tiene la particularidad de ser una de las pocas apuestas editoriales para conformar un panorama contemporáneo de la ciencia ficción (a partir de ahora cf) latinoamericana. La compilación logra una variedad en las obras que permite vislumbrar rasgos del género en nuestra región. Lejos de seguir preguntándose por el supuesto retraso tecnológico y la imposibilidad de una cf en Latinoamérica, la publicación demuestra que hay una producción abundante y particularísima. Para lo que nos interesa plantear en este trabajo nos centraremos especialmente en el tratamiento que hace esta literatura de los cuerpos, en vínculo con las ideas del poshumanismo. ² Lo haremos en una serie de cuentos que busca mostrar variedad en el origen de sus autores y autoras.

Podemos pensar la antología, editada por Minotauro y compilada por Rodrigo Bastidas Pérez, tanto como una lectura de Latinoamérica desde la cf como de una lectura de la cf desde Latinoamérica. Ya desde el prólogo –imprescindible para la comprehensión cabal del conjunto de relatos como un panorama orgánico– Bastidas retoma lo que pudo haber sido signo de marginalidad (la pertenencia al “Tercer Mundo” subdesarrollado) como la potencia de identidad de un tipo de literatura propia de la región. Nos interesa, a partir de la propuesta de este dossier, trabajar con algunos de los cuentos de esta antología por dos razones. La primera, política, se vincula con la puesta en valor del trabajo minucioso que hace Bastidas con los textos escritos en la(s) última(s) década(s), con poder brindar en el ámbito académico un espacio a la apertura que significa a nivel literario la antología. Por otro lado, porque es para el campo una publicación de enorme interés, que logra trazar un recorrido a la vez que plasmar un retrato de lo que está sucediendo en Latinoamérica con la cf.

Entre las múltiples inquietudes que recorren los textos antologados –cambio climático, crisis social, género, etc.– podemos ver la pregunta que los atraviesa sobre los poshumanismos. Ni en un sentido teórico fijo ni como pregunta explícita, más bien como la ineludible interrogación acerca de los límites de lo humano en los futuros que imagina la cf latinoamericana, aparece la cuestión de la identidad en el futuro de la humanidad. Según Rosi Braidotti, la “condición poshumana” permite “una significativa inflexión a nuestro modo de conceptualizar la característica fundamental de referencia común para nuestra especie” (Braidotti, 2015: 9). Consideramos que la pregunta cobra forma en el tratamiento de la temática del cuerpo, especialmente. ¿Qué significa tener un cuerpo para estos cuerpos? ¿cuáles son sus límites? ¿Es el cuerpo constituyente de una identidad, y, acaso de la condición de humanidad? Estas preguntas llevan a poder elaborar una hipótesis: en estos textos el cuerpo se pierde para que los personajes experimenten una nueva forma de ser, poshumana según los términos en los que los analizaremos. Se abre la posibilidad de explorar más allá de los límites de lo humano para considerar directamente un borrado de límites, como expone N. Katherine Hayles: “In the post human, there are no essential differencesor absolute demarcations between bodily existence and computer simulation, cybernetic mechanism and biological organism, robot teleology and human goals” (Hayles, 1999: 3).

Emily A. Maguire propone como tendencia de la cf latinoamericana “el uso de elementos de cf para explorar la unión entre lo humano y lo poshumano” (Maguire, 2021: 180) y afirma que a partir del 2000 hay en la literatura de la región una exploración de los límites entre lo humano y la tecnología que excede el tratamiento que de este tema hizo el ciberpunk. En los textos que aquí analizamos la relación con la tecnología puede no ser esencial, al menos no en los términos del ciberpunk; sin embargo, si tomamos la perspectiva del prólogo de la antología no solo nos veremos compelidos a preguntarnos sobre los límites de lo humano sino, y sobre todo, los de la ciencia y la tecnología. ¿Es gracias al contacto con los distintos tipos de tecnología que el cuerpo se pierde y se trasciende? Veremos que los personajes de los cuentos seleccionados pueden ser leídos en clave poshumana o, al menos, en camino a la deconstrucción de lo humano en términos tradicionales (humanistas) en contacto con tecnologías alternativas. En la línea de lo que propone Rosi Braidottila condición poshumana puede ser pensada “como una oportunidad para incentivar la búsqueda de esquemas de pensamiento, de saber y de autorrepresentación alternativos respecto de aquellos dominantes” (Braidotti, 2015:19). Es así que consideramos que el tratamiento que estos cuentos hacen de los cuerpos da cuenta de un proceso de metamorfosis con características propias en la cf latinoamericana.

Método

Para poder realizar una lectura de las diversas configuraciones del cuerpo y sus límites y vínculos con la idea de los poshumano hemos realizado una selección. Trabajaremos con los cuentos de Luis Barragán (Colombia), “Éxodo X”; de Gabriela Damián Miravete (México), “La sincronía del tacto”; de Giovanna Rivero (Bolivia), “OtherVoices”; de Solange Rodríguez Pappe (Ecuador), “Un hombre en mi cama”; y de Argentina los cuentos de Laura Ponce, “A través del avatar” y de Teresa P. Mira de Echeverría, “Les Pi´Yemnautas”. Los motivos de esta selección (que, por tratarse de una antología implicaría una sub–selección) obedecen a, por un lado, la posibilidad de trabajar con un corpus de textos cuya cantidad sea más plausible de analizar en profundidad en la extensión de un artículo de estas características. Por otro, a la consideración de que se trata de los cuentos que proponen de manera más explícita la pregunta sobre el tema de los cuerpos.

Como no es la finalidad de este trabajo entrar en las discusiones teóricas sobre los poshumanismos tomaremos de autoras, principalmente Rossi Braidotti y N. Katherine Hayles perspectivas de lo poshumano que nos permitan el análisis de los textos. Autoras como SherrylVint proponen que la cf permite construir escenarios para experimentos de pensamiento social, en los que podemos incluir la condición poshumana (Vint, 2021: 163); el horizonte de lectura estará demarcado por esta certeza. Es la intención poder vislumbrar una inquietud insistente con características propias de la cf latinoamericana por el tema del cuerpo, que, de manera casi inevitable se pregunta por un estadio, ya posterior, ya ampliado, de lo humano.

A diferencia de otros trabajos sobre cf latinoamericana que deben discutir la pertenencia genérica de los textos que se analizan desde el punto de vista que obtura su misma existencia como objeto de estudio, consideramos aquí la cuestión no solo salvada por los numerosos elementos paratextuales (editorial, título, prólogo, textos que se incluyen al final de cada cuento) sino porque los textos elegidos tienen en común la presencia de un novum, en términos de DarkoSuvin: aquel o aquellos elementos que postulan algo “nuevo y extraño” que provocan un “extrañamiento cognoscitivo” (Suvin, 1984: 26). Sí partimos de la base de lo que proponen Silvia Kurlat Ares y Ezequiel de Rosso en el prólogo al Companion sobre cf latinoamericana editado por Peter Lang en 2021 –enorme trabajo crítico que por su nivel de complejidad y actualización será bibliografía esencial de este trabajo–: estamos ante un objeto dinámico para cuyo estudio es pertinente “considerar al campo de la cf en América Latina como un modo de producción de identidades diferente al modo europeo o norteamericano” (Kurlat Ares, De Rosso, 2021: ix). Asumimos la misma perspectiva teórica: el género en nuestra región posee preocupaciones, prácticas y formas propias.

Una lectura de lo poshumano en Latinoamérica

En el prólogo a la antología, titulado sugestivamente “Desmantelar patentes para crear universos propios”, Bastidas postula premisas sobre la cf latinoamericana que serán conductoras en la lectura de cada uno de los cuentos que la integran. La que particularmente nos interesa aquí es la idea de que la ciencia es vista de manera más flexible en estos textos: “Es justamente la ciencia ficción latinoamericana actual la que permite una visión amplia e inclusiva de la ciencia como lugar en el cual se construyen procesos de identidad–otros, que adoptan y adaptan las herramientas estructurales del género” (Bastidas, 2021: 14, énfasis propio). A las preguntas sobre cómo hacer cf en Latinoamérica “sin” ciencia, el prólogo –y la antología en sí– responde que no solo hay ciencia en la región sino que el paradigma científico es más amplio. Toda la antología intenta dar cuenta de esta singularidad, en la que, entre otras cosas, sucederá que la ciencia y la magia, proveniente de los saberes ancestrales de las comunidades originarias de Latinoamérica, están más cerca de lo que la tradición anglosajona puede pensar y soportar. Es significativa la cita que hace Bastidas de René Rebetez a propósito de esto: “Contra los que pretenden subordinar la inteligencia al subdesarrollo esgrimiremos un arma poderosa: nuestra capacidad de extrapolarnos a cualquier planeta, al pasado o al futuro […] y desde allí […] haremos una crítica feroz y constructiva” (citado en Bastidas, 2021: 15). La idea es que la cf latinoamericana es el único espacio en el que pueden dialogar propuestas que a simple vista pueden parecer opuestas como la ciencia occidental, el ocultismo y la magia. La publicación de estos cuentos se inserta de manera muy consciente en una discusión que lleva décadas y que Bastidas explica afirmando que la cf latinoamericana “históricamente ha sido definida desde la negación” (Bastidas, 2021: 12). Cuando en 1991 Donna Haraway postula su definición de lo cyborg piensa en una hibridez de máquina y organismo (Haraway, 2018: 10); lo que sucede en los cuentos de la antología es que la máquina (que nos coloca en el plano de la ciencia y la tecnología) no siempre es la que produce la condición poshumana en términos de lo “más que humano” o “después de lo humano”. Bastidas termina de moldear su postura, clave para la lectura de lo que se está escribiendo hoy en Latinoamérica, afirmando: “La crisis paradigmática ve el discurso científico como una implantación foránea imposible de duplicar en Latinoamérica […] Esto permite reestructurar el discurso científico para que tengan cabida otras formas de dinamización del conocimiento, propias de lo latinoamericano” (Bastidas, 2021: 16). A la pregunta de cómo la ciencia y la tecnología (cibernética en la mayoría de los casos de habla inglesa) modifican y/o amplían lo humano, la cf latinoamericana dará respuestas propias o, en todo caso, formulará las preguntas a su manera.

Como señala Vint, los términos “poshumanismo” y “transhumanismo” han sido intercambiables (Vint, 2021: 115). Mientras que el último se interesa en pensar en la transcendencia de las limitaciones de la “encarnación” humana, el primero “describes a range of approaches interested in decentering the human in our knowledge systems and questioning the historical privilege of the human” (Vint, 2021: 115), es decir, propone pensar más allá de lo humano, quitarlo del centro de los modos de conocer. Consideramos que lo que analizaremos en los cuentos elegidos puede enmarcarse en ambas perspectivas, sin embargo, continuaremos pensando en los poshumanismos por una serie de cuestiones. La primera es que como “gama de enfoques” nos parece más plural y productiva como categoría. Por otro lado, acordamos con Braidotti en que nos encontramos en un momento que podemos pensar como “post”, asociando este prefijo a la caracterización de nuestra época como la del Antropoceno: “La condición posthumana, lejos de constituir la enésima variación n en una secuencia de prefijos que puede parecer infinita y arbitraria, aporta una significativa inflexión a nuestro modo de conceptualizar la característica fundamental de referencia común para nuestra especie” (Braidotti, 2015: 9). También, la idea de que el poshumanismo se presenta como una mirada que trasciende al humanismo, es decir, a la idea del individuo como centro de todas las cosas y pone signos de interrogación a la propia categoría de lo humano y sus límites. Estos cuentos en particular no parecieran querer explorar los límites de lo humano en cuanto a sus capacidades ampliadas por la ciencia y la tecnología sino que por momentos se acercan más a la pregunta de cómo ser humanidad alternativa en un futuro “inhumano” (Braidotti, 2015: 16) y es aquí que puede volverse imprescindible la pregunta sobre qué ideas con respecto a lo humano hay en estos textos. “El humanismo se ha desarrollado históricamente como un modelo de civilización, que ha plasmado la idea de Europa como coincidente con los poderes universalizantes de la razón autorreflexiva” (Braidotti, 2015: 21). Si hay en estos cuentos, representativos de la producción actual, como dice Bastidas “un deseo consciente de separarse de la tradición anglosajona, la aparición de relaciones con la tradición colonial e indígena” (Bastidas, 2021: 13), podemos pensar que en su misma existencia se acercan a lo poshumano en cuanto exploran la posibilidad de descentralizar al hombre–blanco–europeo que ha sido la medida de todas las cosas. De todos modos, en una lectura menos general, nos es útil pensar la mirada poshumana como esta serie de preguntas sobre el individuo y también su relación con el cuerpo.

Cuerpos perdidos

Como dijimos anteriormente, una constante aparece en estos cuentos que se ocupan del cuerpo como “encarnación” de lo humano: este se pierde. Si pensamos lo poshumano como punto de vista, junto a Hayles, habilitamos la idea de que la encarnación en un cuerpo no es tanto inevitable como un “accidente”: “embodiment in a biological substrateisseen as anaccident of history rather thanan inevitability of life” (Hayles, 1999: 3). En los seis cuentos elegidos se da que, de una manera u otra, el cuerpo físico es algo de lo que se puede prescindir a la hora de constituirse como sujeto. De distintos modos los textos escenifican la pérdida del cuerpo, en varios casos de manera literal.

1. El cuerpo no vivo

En el extremo del tópico de la pérdida del cuerpo, la narradora de “Other Voices” es un “fantasma”, habla desde el más allá una vez que voló en pedazos en el atentado a las Torres Gemelas. “Es extraño no tener cuerpo y hablar con esta voz” (Rivero, 2021: 130) afirma quien lleva adelante la narración: una joven música de casi dieciocho años que tenía una relación amorosa con otro joven, Travis. Juntos trabajaban en vida con Mr. Chieh–Lin, inventor de una máquina que expende perdones religiosos. La figura del fantasma, mucho más propia del género fantástico que de la cf, aquí parece estar justificada por un elemento científico–tecnológico que es la misma máquina, cuya novedad tecnológica depende de la certeza de que existe un espíritu: “…las rocolas funcionaban como todas, con quarters y tarjetas de crédito; sus funciones habían sido codificadas para otorgar siete tipos de perdón, en siete idiomas. Según le había indicado su creador, el visionario Mr. Chieh–Lin, elsistema SOM aligeraba la vida del mundo occidental” (Rivero, 2021: 133, énfasis propio). La terminología computacional tiende un puente de sentido entre el mundo de la tecnología y el espiritual. El novum que produce el extrañamiento cognoscitivo es la máquina que otorga el perdón divino, que implica la existencia empírica del “espíritu”, el “alma”, el “aura” (Rivero, 2021: 132). Es por esto que la narradora puede continuar narrando aún después de que su cuerpo volara tras la explosión. Resulta interesante, si pensamos con Suvin que

…el correlato indispensable del novum es una realidad alterna, que posea un tiempo histórico diferente correspondiente a relaciones humanas y normas socioculturales diferentes, llevadas a cabo por la narración. Esta realidad presupone abierta o tácitamente la existencia de la realidad empírica del autor, ya que solo se la medirá y comprenderá como realidad empírica modificada de estas y aquellas maneras. (Suvin, 1984: 103)

Tenemos en cuenta que se trata del único de los cuentos elegidos que tiene un tiempo anclado en un momento fechado de la historia –el 11 de septiembre de 2001– que se convierte en un pasado alternativo gracias a la existencia de la máquina del perdón, la Second Oportunity Machine. Esta cambia las reglas del mundo humano al dar por sentado de que existe la vida después de la muerte corporal, la segunda oportunidad que asume la tecnología para otorgar la “absolución codificada” (Rivero, 2021: 133). Si bien el tiempo se identifica con el pasado de la realidad empírica de la autora las relaciones humanas y normas socioculturales se ven modificadas gracias a la máquina. Esta forma de existencia más allá del cuerpo material y vivo puede ser leída desde el poshumanismo como una indagación que corre por completo del eje la centralidad de lo humano asociado a una corporalidad. La narradora habla de su “desprendimiento definitivo” (Rivero, 2021: 141) para dar cuenta del cambio de “estatus” de viva a no viva, de humana a poshumana. Lo que motiva su relato es una gran ansiedad acerca de una carta que Travis le dejó en su casa la noche antes del atentado a las torres y que ella no llegó a abrir. La joven sugiere que el joven guarda “algo oscuro que no se atrevía a contarme” (Rivero, 2021: 141) y le pide que no vaya ese día a la torre a tocar. Sin embargo la narradora va, pierde su cuerpo y queda interactuando con el mundo humano del otro lado (cuando alguien la convoca como espíritu del pantano ella puede responder) mientras se pregunta qué paso con Travis y qué decía la carta. Lo último que sabe de él es que Mr. Chieh–Lin le ordenó activar el servicio SOM en el perímetro de las torres “va mucho turista, todos pecan a su modo, todos tienen sombras en los talones” (Rivero, 2021: 142). Hay indicios de que la activación de la máquina y el atentado tengan algún tipo de vínculo pero la tensión mayor se produce entre la nueva tecnología y la vida espiritual que trasciende el cuerpo físico. La narradora dice que Travis le creía radicalmente a Chieh–Lin porque es “fanático de la verdad” (Rivero, 2021: 143), ubicando al joven del lado del conocimiento científico asociado a “la” verdad que explica el mundo material. Ella, sin embargo, dice que no entiende “las rocolas que se conectan con las alturas y los hades del universo” (Rivero, 2021: 143); pero más allá de sus dudas, ella misma se convierte en la concreción material de esa tensión entre espiritualidad y tecnología, el perdón divino puede programarse y la subjetividad transciende el cuerpo carnal.

2. El cuerpo cambiado

En “Éxodo X” el narrador irá transformándose –corporal y subjetivamente– a lo largo del relato, igual que les sucede a todos en este futuro no fechado. Por razones que no se reponen, los individuos experimentan una transformación en algún momento de sus vidas que los convierte o en otros seres humanos o en otro tipo de seres, animales, por ejemplo. El narrador pasará, así, de ser un texano a un colombiano, de Patrick a Denis. “En comparación, mi caso era suave, indoloro y soportable; mi objetivo era humano y mi nueva identidad solo tenía lo que la mayoría de transformaciones: un cambio de raza” (Barragán, 2021: 32) explica Patrick. La racialización del cuerpo del narrador se va expresando en cambios físicos que dan cuenta de rasgos afrodescendientes; estos al comienzo asombran al narrador pero al final él los abrazará como una nueva identidad. Cuando el cuento termina, el “verdadero” Dennis quiere regresar a su hogar –entendemos que gracias al consumo de “un compuesto químico que detiene la producción de transformina, que además obstaculiza la recepción de información telepática y detiene la pigmentación de la piel” (Barragán, 2021: 35)– pero rápidamente el “nuevo” Dennis llama a la policía para denunciarlo y le confirma al anterior: “yo soy Denis Contreras” (Barragán, 2021: 38). Comentamos más arriba que, luego de cada cuento, el autor o la autora realizan un comentario sobre la cf latinoamericana que, en la mayoría de los casos, echan luz sobre la lectura del texto ficcional. En el caso de “Éxodo X”, Barragán afirmará “Ese es el rol que tiene la ciencia ficción en Latinoamérica: permitirnos salir de nuestra achicada y empobrecida realidad, completar la independencia de nuestras naciones en el plano cultural, e imaginar que podemos ser mucho más de lo que ya somos” (Barragán, 2021: 39). Esta confirmación de la nueva identidad, la aceptación –en forma de negación al otro– de que el gringo ahora es el colombiano, resulta transgresiva en la lectura y cobra una dimensión política con el comentario final del autor. Lo poshumano aquí toma la forma de lo latinoamericano gracias a la narración focalizada en Patrick–Denis. Mientras que se van contando casos de transformaciones traumáticas, la del narrador resulta deseada al punto de querer defenderla a toda costa. Cuando el protagonista está volando desde Texas a Chocó, Colombia, se sienta al lado de una mujer que solloza, ante la pregunta de si se encuentra bien ella responde “Discúlpeme, es que no estoy acostumbrada a este cuerpo. Me he convertido en algo horrible, tengo unos pensamientos desastrosos” (Barragán, 2021: 34), refiriéndose a pensamientos racistas que poco a poco van tomando lugar en su subjetividad. “¡No quiero ser esta mujer!” (Barragán, 2021: 34) exclama la mujer, ex musulmana, horrorizada ante su creciente xenofobia.

La pérdida de rasgos estadounidenses en Patrick es valorada de forma positiva, de manera inversamente proporcional a lo que le sucede a la mujer que “Con la transformación se había convertido en una gringa horrible de ojos azules […], Se odiaba, odiaba su piel blanca pálida” (Barragán, 2021: 34–35). Esta inversión del valor de lo blanco como medida de lo humano desde el punto de vista humanista occidental pone a lo racializado (Denis) y marginado (la musulmana) como configuración deseable. De hecho, el único personaje que vemos resistirse al cambio es el Dennis original, el colombiano de piel negra. La pérdida del cuerpo hegemónico aquí es una transformación que se defiende. Antes de entrar a su nueva casa, Patrick–Denis piensa “Qué horror dejar mi casa en los suburbios de San Antonio por esta horrible calle sucia, con los cables enredados en el cielo” (Barragán, 2021: 36), sin embargo, al final del cuento ha abrazado su nueva identidad de manera tal que denunciará a su igual para protegerla. Consideramos que hay abiertamente una reivindicación de la identidad latinoamericana en esta existencia poshumana.

3. Los cuerpos sincrónicos

Hay dos cuentos que pese a sus diferencias pueden ser leídos en una misma línea, aquella que permite pensar la pérdida del cuerpo a favor de la ampliación de la percepción temporal. Aquí no está el cambio de una subjetividad por otra, sino que gracias al consumo de una flor en“La sincronía del tacto” y al viaje espacial en “Les Pi´Yemnautas” los personajes pueden experimentar una percepción del tiempo que rehace la propia subjetividad. La protagonista y narradora del cuento de Damián Miravete es una investigadora científica de Biología que junto a su amiga Claudia viajan a San Agustín del Mar a encontrare con Ekar, quien las compele a viajar tras haber descubierto algo “maravilloso”: una flor (Damián Miravete, 2021: 51). La particularidad de esta flor es que no hace falta comerla o tomarla, como sí con hongos y plantas, para que tenga sus efectos psicotrópicos: “Solo hay que recibir la semilla” (Damián Miravete, 2021: 60) explica Ekar. Pero no es la única peculiaridad, porque cuando la protagonista entra en contacto con la flor empieza a descubrir, además de la hiperbólica amplitud sensorial que experimenta, que “la función evolutiva más sofisticada de las manos no es manipular una herramienta, sino lograr entrelazarse con las de otros” (Damián Miravete, 2021: 60)

Hayles entiende tanto lo humano como lo poshumano como construcciones históricas que emergen de distintas configuraciones de la encarnación (embodiment), la tecnología y la cultura. Rastrea la concepción de lo humano en la antropología del siglo XIX que considera al hombre como un “tool–user” para ser considerado en el temprano siglo XX como un “tool–maker” (Hayles, 2017: 454). Ambas ideas dialogan con el cuento de Miravete; la primera en el significado que cambia en el descubrimiento que la narradora hace acerca de la función evolutiva de las manos, la segunda en función del desmantelamiento mental que propone pensar Latinoamérica como productora de (otras) tecnologías. Cuando los tres amigos entrelazan sus manos se produce una “sincronía perfecta, la sincronía del tacto” (Damián Miravete, 2021: 61) que le permite a la narradora escuchar, ver, sentir, oler, gustar, todo lo que la rodea y comenzar a entender el tiempo geológico. A partir del entrelazamiento de las manos los personajes pueden percibir ese fenómeno en todo: “Poco a poco se nos revelaban las conexiones, el tejido de los sucesos pasados y futuros, y nos fuimos percatando de que los hilos más brillantes eran meras potencias de futuro, posibilidades que podían cambiar. No había condena, ni sentencia: solo probabilidad mutable y múltiple. Qué dicha” (Damián Miravete, 2021: 62). Aquí el cuerpo se pierde al conectarse con todo lo que está afuera de sí, no solo a nivel de la materia sino del espacio y, sobre todo, del tiempo, ese es el mayor descubrimiento al entrar en contacto con la flor, la mayor trascendencia de la subjetividad que permite una existencia más allá de lo meramente humano.

Cuando el efecto de la flor pasa, la narradora siente la urgencia de investigar sobre ella; se encuentra con que el conocimiento se perdió o fue destruido. “La hice el centro de mi investigación” (Damián Miravete, 2021: 64) dice, pero cuando le cuenta a su nueva asesora (decide para este nuevo objeto de estudio cambiar de Comité y de asesor), esta le aconseja ser discreta, limitarse a describirla: “Mi consejo es que no trates de explicar cómo afecta la conciencia, nada que no suene a ciencia natural” (Damián Miravete, 2021: 65). Aquí se produce una tensión entre el conocimiento científico y el que puede provenir de otros ámbitos menos comprensibles, a primera vista, a nivel racional. El efecto de la flor es transformador y desestabilizador según la narradora, que se siente incómoda ante la imposibilidad de que ese saber fuera conocido por todo el mundo. Es una sabiduría que no tiene lugar en el mundo occidental, cuyos “límites cientificistas” (Damián Miravete, 2021: 67) obturan ciertos saberes:

Las culturas prehispánicas desarrollaron verdaderas tecnologías de la conciencia perfeccionando la herramienta a través de la atenta observación, la experimentación, la comprobación y la transmisión de ese conocimiento. Ahí había una ciencia muy valiosa, sin resultados cuantificables. Había habido mucho empeño en destruir el mundo para el que se moldeó esa sabiduría: estaba casi extinto. (Damián Miravete, 2021: 66)

La ciencia impide la circulación del conocimiento que conduce a la condición poshumana. La narradora llega a la conclusión de que “Pareciera que nuestro cuerpo está diseñado para vivir esa experiencia, solo hay que ponerla en marcha” (Damián Miravete, 2021: 65). Un cuerpo capaz de experimentar de ese modo el tiempo es un cuerpo en el que la subjetividad individual de lo humano tal como suele entenderse tampoco tiene lugar. La idea de lo individuo se disuelve por completo al final del cuento, cuando la narradora, al borde de la muerte siente miedo y una profunda soledad. “Sentí que había fracasado como científica (no logré que escucharan las advertencias, no logré hacer que mi conocimiento de una flor mejorara el mundo), como humana[…] como persona…” (Damián Miravete, 2021: 68, énfasis propios). Los conceptos de ciencia, humano, individuo, no son suficientes para dar cuenta de la ampliación que implica el descubrimiento que trae la flor. Desde la perspectiva humanista la narradora se siente un fracaso, pero en ese momento la llama Ekar para recordarle que “No hay manera de estar solos si somos una misma cosa” (Damián Miravete, 2021: 68) y es entonces que comprende, ya desde su condición poshumana, que no hay soledad posible y que, junto a sus dos amigos, ella ya es una forma de existencia cuya “ventaja evolutiva” está dada por “el milagro providencial de la sincronía del tacto” (Damián Miravete, 2021: 68).

En “Les Pi´Yemnautas”, los hermanos Mañik y Lakawa son dos jóvenes hermanos³ mellizos del noroeste argentino que sueñan con ir al espacio. Nos encontramos en un futuro lejano, donde mínimo han transcurrido doscientos años durante los que se han formado astronautas en una Academia que se sitúa en la cara oscura de la Luna. Los hermanos estudiaron en la Universidad de Buenos Aires, que sigue existiendo. Si bien los viajes al espacio parecen ser comunes, el viaje que están por hacer, al centro de la Galaxia, es un evento que sucederá por primera vez. A la par de los evidentes avances científico–tecnológicos en este futuro hay indicios de que muchas cuestiones sociales de nuestro presente no han podido cambiar. A Mañik lo insultan diciéndole “indio” o “pueblerino” (Mira de Echeverría, 2021: 102); el lugar de donde son es un sitio pobre, periférico, incómodo, el país “periférico al sur de todo” (Mira de Echeverría, 2021: 103). Estamos en una Latinoamérica futura, muy similar a la nuestra, pero en la que se hacen viajes al centro de la galaxia; la cuestión interesante es esta: ¿cómo se realizan esos viajes?. No “podía hablarse de una nave espacial propiamente dicha” (Mira de Echeverría, 2021: 104), se trata de un dispositivo que coloca y regresa a los tripulantes en un sitio particular. No hay motores, tampoco, sino “dobladores de espacio”. La tecnología que permite este viaje recuerda a la imaginería de Cordwainer Smith y su “El juego de la rata y el dragón”, en el que el viaje al espacio se conjuga con poderes telepáticos y otras expansiones de la consciencia además de nuevos vínculos interespecies. En el cuento de Mira de Echeverría se desmantelan algunas “patentes” con respecto a la relación de la ciencia y Latinoamérica, “un estímulo para generar mundos en los cuales los saberes cercanos funcionen como sustrato alimenticio, como ciencia posible” (Bastidas, 2021: 17).

Desde que comienza el cuento observamos la presencia de elementos que sitúan: la mención al origen qom de los personajes, la chamana que los crio y les cuenta las leyendas sobre el espacio desde que son niños, el fogón, el arrope de chañar, el aloja de algarrobo, espíritus. Estos podrían ser como los del cuento de Rivero pero están mucho más vinculados con creencias originarias, extrapolados, eso sí, a una vida en la que el espacio exterior es parte de la cotidiana. La vieja chamán les cuenta por qué las mujeres provienen del cielo mientras que los hombres “sufrían el veneno que hay entre las estrellas” (Mira de Echeverría, 2021: 99). Este saber es preciso y “verdadero” aunque provenga de leyendas y permite entender por qué podrán viajar los hermanos juntos: Mañik es una “cudina, un hombre–mujer” (Mira de Echeverría, 2021: 98). Esta condición, que podemos leer en términos de hermafroditismo (Mañik tiene miembro masculino), se amplía permitiéndonos una lectura de lo poshumano en el sentido de que el texto propone que Mañik es una cudina, que significa “dos espíritus”, es algo más que una única subjetividad. Esta condición de hombre y mujer o de ni hombre ni mujer, le permite al joven viajar con su hermana y, seguramente gracias a eso, llegar más lejos. Los hermanos saben que no viajarán al mismo sitio, porque la misión es exploratoria y necesitan buscar opciones para trazar rutas espaciales. Las experiencias de cada uno son bien distintas, también, por la cercanía al agujero negro que se encuentra en el centro de la galaxia.

El viaje en sí dura menos de un minuto pero para los hermanos el tiempo transcurre de manera muy diferente: mientras que Lakawa regresa luego de tres meses, Mañik lo hace después de cincuenta. Esta medida es la que lleva la hermana, que le cuenta que en ese lapso de tiempo tuvo tres hijos y dos nietas y lo más importante: su hermano logró llegar al centro y abrió el camino; desde su regreso “podemos viajar seguros por la Vía Láctea, gracias al espaciotiempo que cartografiaste” (Mira de Echeverría, 2021: 108). Como le dice su hermana, ahora Mañik es un pi´yemnauta–navegante del cielo qom como siempre soñó, pero no solo eso, la cudina es un ser poshumano que puede percibir el tiempo todo a la vez: “sabía que no era Lakawa quien envejecía o rejuvenecía a voluntad, sino que era él mismo quien hacía que ella saltara en el tiempo adelante y atrás sin control” (Mira de Echeverría, 2021: 108). Mañik vive ahora como los espíritus “en todo al mismo tiempo” (Mira de Echeverría, 2021: 109), su subjetividad humana se amplía y pierde por completo, entiende lo que dice su hermana a la vez que no puede ni imaginar de lo que habla, mientras que “muy al fondo de su conciencia, allí donde habitaban los siglos y los eones, ya había superado todas esas cosas” (Mira de Echeverría, 2021: 110). La elección de la tercera persona como narradora puede estar vinculada al intento de inserción de una voz que sea más que una individualidad, la subjetividad de Mañik está ampliada desde el comienzo (dos espíritus) y termina de expandirse tras su experiencia durante el viaje espacial. La transformación final y definitiva de Mañik en un nuevo ser se da cuando el cuento termina, él se concentra con todas sus fuerzas en su deseo más profundo y pasa de ser el hermano de Lakawa a su hermana, se convierte –ella ahora– en quien siempre deseó y quiso ser. La cuestión queer, el situado latinoamericano y el avance científico–tecnológico que abraza el saber originario permiten al personaje mutar a una nueva condición, poshumana.

4. Los cuerpos virtuales

En “A través del avatar” Ponce diseña una Buenos Aires del futuro en el que la narradora y protagonista es una especie de traficante de “implantes” para conectarse a juegos en red. Siguiendo la tradición del ciberpunk y con una estética que recuerda a Carlos Gardini (por ejemplo, en su nouvelle “Los ojos de un dios en celo” publicado en 1997) se construye un universo en el que la vida fuera de la virtualidad es miserable y poco deseable mientras que el mundo al que se conecta la narradora es altamente adictivo por las sensaciones que provoca. “Era de lo más completo a lo que había tenido acceso […] Los gráficos eran excelentes […] Grité de pura alegría” (Ponce, 2021: 118). La narradora se desconecta del juego por primera vez totalmente eufórica y no pasan más que unas horas hasta que se vuelve a conectar, a espaldas de Tokio, su pareja y socio, con quien tienen el acuerdo de no consumir lo que trafican. En el juego, que recuerda las fantasías épicas, ella –su avatar– es una guerrera que lidera ejércitos sanguinarios. Las realidades, la virtual y la real, comienzan a mezclarse en la percepción de la narradora que cuando finalmente cree haber logrado salir del juego se encuentra con el Vasco, quien lo diseñó, para entender que su camino es inverso: de lo virtual a lo real. “Lo imaginé atravesando la membrana, entrando a nuestro mundo, ¿una IA? ¿un bot? ¿un nuevo dios? Moviéndose a sus anchas, desplegando sus redes” (Ponce, 2021: 122–23). Pero este no es el sujeto poshumano que nos interesa sino aquel en el que la narradora se convierte, cuando una vez que renuncia para siempre a la conexión, se descubre con la percepción sensorial ampliada, trascendida de lo real. “Todavía algunas veces, tendida en la oscuridad junto a Tokio que duerme, me dejo envolver por los sonidos de la noche. Escucho a algún perro aullando a lo lejos y por un momento creo que estoy en la planicie otra vez” (Ponce, 2021: 125). Ya no es (solo) ella sino también su avatar, la guerrera. Así, en esa doble subjetividad, en esa doble corporalidad material–virtual, es que logra enfrentar al Vasco. Sin embargo, se produce un repliegue frente a la condición poshumana cuando al final dice “Me aferro a esta realidad, que es la que elegí” (Ponce, 2021: 126) casi como una forma voluntaria de escindir esa nueva subjetividad doble, más allá de los límites de lo humano. “Pensar en que una parte de mí puede estar todavía ahí, en esa planicie extraordinaria, conduciendo su propia existencia, me ayuda a seguir adelante” (Ponce, 2021: 126): su existencia “doble” de cuerpo real y de avatar permite a la narradora transitar la realidad que eligió, aquella que no se considera virtual, aunque goza –para su subjetividad– de la misma entidad ontológica. Ponce elije explorar el tema del cuerpo desde un punto de vista más apegado a la tradición anglosajona del ciberpunk, en la que la tecnología tiene un desarrollo paralelo a la primermundista. Se trata, paradójicamente, del único caso que construye un escenario propio de las indagaciones poshumanas (abiertamente a partir del vínculo entre cuerpo y tecnología), y que, sin embargo, presenta un personaje que reniega de su nueva condición. La narradora elije la realidad, renuncia a experimentar su subjetividad avatar en tiempo real y se queda con el recuerdo (que se le superpone a la conciencia del presente) y la duda “Me pregunto cuán auténtica es la existencia que llevo desde entonces o si solo es la sombra de otra, que transcurre en un lugar distinto” (Ponce, 2021: 126), la certeza de lo humano se corrompe pero insiste una resistencia a entregarse a los poshumano.

5. El cuerpo dormido

En el cuento de Rodríguez Pappe, “Un hombre en mi cama”, las condiciones climáticas hacen de los humanos otra cosa distinta a la que conocemos hoy pero claramente extrapolada de nuestro presente: seres que pasan la mayor parte del tiempo encerrados, conectados casi exclusivamente de forma virtual. Noa, la protagonista, es usuaria junto a una amiga de la página Un hombre en mi cama, en la que circular imágenes, fotos y videos (por un pago mayor), de hombres durmiendo. También forma parte del grupo virtual Los narcóticos, un grupo de personas que se “juntan” a dormir; toman somníferos potentes y apuntan la cámara de video al rostro para que en un vivo grupal participen de una maratón de sueño, quien duerme más gana. Indicios sutiles o no tan sutiles van apareciendo en el texto para configurar un futuro bastante pesadillesco: el calor extremo hace que la experiencia de estar al aire libre sea casi intolerable, solo con mucho protector solar y por poco tiempo las personas pueden exponerse a los rayos solares. Esto ha provocado un cambio radical en las conductas de las personas, la mayoría vive la vida entera en el interior de sus hogares: “La vida se desarrollaba ahora bajo tierra, en hormigueros estrechos pero eficientes” (Rodríguez Pappe, 2021: 185). Noa es una mujer que ha ido perdiendo las ganas de hacer cosas relacionadas con su profesión y lo que más desea es dormir. Tiene una beca que está por vencerse pero sabe que no va a terminar el trabajo a tiempo, tampoco tiene vida social. La focalización del narrador en tercera persona en Noa nos permite entender que siente que tampoco tiene demasiada opción para vivir su vida: “De todas formas, el descubrimiento de que la exposición, así fuese mínima, a los rayos solares era perjudicial para la vida humana, había cambiado radicalmente las formas de vida, por lo que ahora casi todo se desarrollaba en interiores” (Rodríguez Pappe, 2021: 189).

De los cuentos elegidos este presenta dos particularidades que se relacionan: es uno de los dos que está narrado en tercera persona y la pérdida del cuerpo se da en un plano menos explícitamente material. La distancia que impone el narrador en el acercamiento al personaje replica el que Noa tiene con respecto a quienes la rodean. Al contrario de lo que sucedía en el cuento de Damián Miravete, en el que el vínculo con los otros cuerpos y el contacto estrecho con la experiencia de la naturaleza ampliaba los sentidos y nos permitía pensar en una forma de existencia poshumana, aquí lo que sucede es que Noa –como representante de la especie– pierde la posibilidad de ponerse en contacto con otros cuerpos y en la experiencia de alejarse del propio cuerpo al dormir, al quedar inconsciente, vive de un modo no–humano en los términos tradicionales. La pérdida del cuerpo se da entonces aquí en dos sentidos: en la entidad que le da el contacto con otros cuerpos y en la inconsciencia y falta de control del sueño inducido químicamente. Su hermana, Vera, a su vez, presenta una variación de esta pérdida: así como Noa tiene trastornos de sueño ella tiene de alimentación, deja de comer durante días para defender causas ambientales. También por ese motivo es que se casa con una acacia, emulando un ritual de vínculo sexo–afectivo con un árbol, una no–persona humana, el contacto se produce con un cuerpo vegetal que en su extracción del parque al departamento de Vera también pierde contacto significativo con su entorno.

El cuento narra el momento previo y posterior a la boda de Vera con la acacia. Noa toma un somnífero nuevo, sugerido por su amiga, que le otorga mayor profundidad de sueño pero por menos tiempo, para poder llegar a la ceremonia. Como es la primera vez que consume la droga su desconocimiento le trae algunos problemas, tarda en hacerle efecto y le cuesta muchísimo despertarse a horario. Llega con el tiempo justo al casamiento y no cumple con un pedido especial de su hermana, llevarle un ramo de flores. Tanto en la ceremonia como en la fiesta los amigos de Vera no están presentes, el calor provoca que cada uno asista al evento en forma de pantallas. El contacto virtual se reproduce también en el exterior. Solo un amigo está presente en cuerpo, como Noa, un muchacho pelirrojo que parece conocer de cerca la historia de Vera con el árbol. Los rostros en las pantallas también están bañados en protector solar, en una muestra de solidaridad con quienes están en el exterior soportando las altísimas temperaturas y la violencia de los rayos solares. Ya en la fiesta, Noa encuentra al pelirrojo dormido sobre la mesa de la cocina, y no puede evitar sacarle una foto para subir a Un hombre en mi cama. Curiosamente el pelirrojo no es llamado por su nombre en contraste con “Renzo”, el hombre que Noa ve dormir en la pantalla de su casa. Presa de la emoción por ver en vivo a un hombre dormir, tira unas copas y cuando su hermana se enoja por eso con ella se desahoga tomando licor directamente de una botella. Pero “En cuanto Vera salió de la cocina, Noa tuvo una corazonada fatídica” (Rodríguez Pappe, 2021: 196), al instante del incidente su amiga le advierte sobre el peligro de tomar alcohol con el somnífero que consumió. Si bien no siente síntomas parecidos a la muerte, el cuerpo comienza a manifestársele a Noa, que pierde por completo su control: experimenta “un cansancio gélido” (Rodríguez Pappe, 2021: 196), un sudor intenso en el centro, la abandonan las fuerzas; “con una sensación de plomo glacial derritiéndose sobre sus hombros” (Rodríguez Pappe, 2021: 196) Noa llega a tirarse en una cama, el lecho nupcial de la hermana y la acacia, donde otra vez duerme profundamente el muchacho pelirrojo. El cuento termina cuando ella, con “sus últimas fuerzas” (Rodríguez Pappe, 2021: 197) coloca su cabeza en el pecho del hombre: finalmente Noa experimenta en la materialidad real, no–virtual, la sensación de tener un hombre junto a ella en una cama. Todo indica que lo que sigue es fatal, probablemente Noa nunca despierte: el contacto con otro cuerpo solo se consigue si le sigue la muerte. La imposibilidad de conciliar la materialidad con el cuerpo vivo está dada en la virtualidad en la que vivió ese cuerpo aislado e inconsciente, presa del sueño químico. Pareciera que se llega al contacto con otro cuerpo al borde de la muerte del propio. Aquí los nuevos modos de humanidad parecen puramente negativos, una vida poshumana aislada del contacto con otros cuerpos y por fuera de la subjetividad de la vigilia que termina en la muerte cuando intenta atravesar el límite y pasar a la materialidad. O, y en una inversión del sentido al que el cuento invita, podemos pensar que si lo humano está dado por la forma de vida que Noa y Vera representan antes del final, lo poshumano se halla en la muerte del cuerpo, en la pérdida del cuerpo físico, como trascendencia de esa humanidad insostenible.

Después del cuerpo, nuevas formas de existencia

Luego de la lectura los cuentos desde el eje del cuerpo y los modos poshumanos podemos preguntarnos:

Will the posthuman preserve what we continue to value in the liberal subject, or will the transformation into the posthuman annihilate the subject? Will free will and individual agency still be possible in a posthuman future? Will we be able to recognize ourselves after the change? Will there still be a self to recognize and be recognized? (Hayles, 1999: 281)

¿Qué sucede con el sujeto, el libre albedrío, el “yo” en estos cuentos? Hemos observado que un “yo” extendido, una subjetividad ampliada, se despliegan como posibilidad para los personajes que devienen seres poshumanos en el sentido de lo que es posterior, lo que viene después de, y también de lo que no es humano en los términos del humanismo. Braidotti cita a Tony Davies para decir que los humanismos han sido siempre imperialistas. El hecho de que en esta antología se representen cuerpos latinoamericanos que se configuran de otros modos puede estar hablando de la potencia de la cf para pensar inquietudes que proponen los poshumanismos en particular en la región. A diferencia de la cf angloparlante en la que el post y el transhumanismo son más explorados en relación al uso de las nuevas tecnologías que amplían las capacidades de lo humano, aquí tenemos cuerpos perdidos que indagan, con más o menos éxito, en una nueva identidad situada en el futuro, una configuración de la subjetividad poshumana latinoamericana que se vincula de otro modo con la ciencia y la tecnología. Como dijimos, no es que no haya tecnología en la cf local sino que muchas veces la hay en otros términos alternativos; es así que los efectos que produce en los cuerpos permiten pensar una condición poshumana que a su vez es una exploración propia en la literatura de cf contemporánea de la región.

Cuando Emily A. Maguire analiza la novela de Rita Indiana, La mucama de Omicunlé (2015), identifica que “la identidad transgénero de Alcide y su habitar diferentes cuerpos apuntan hacia otra tendencia en la ficción latinoamericana: el uso de elementos de cf para explorar la unión entre lo humano y lo poshumano” (Maguire, 2021: 180). La persistencia de la temática en los cuentos elegidos, un número significativo en el total de la antología, da cuenta de lo que señala la crítica y es signo de una tendencia mayor que puede leerse no solo en cuentos sino también en novelas. Maguire también señala que “Las novelas latinoamericanas publicadas a partir del 2000 han ido más allá de la conexión entre lo humano y la tecnología característica del ciberpunk para examinar la relación compleja entre la conciencia y lo corpóreo” (Maguire, 2021: 180). Esta ampliación de la mirada en cuanto a lo que puede devenir poshumano habilita la entrada a escena de los cuerpos que hemos venido analizando: en contacto con plantas, con el espacio, con drogas, es que van ampliando la constitución de sus subjetividades. Hay lugar para lo fantasmático, para la alteración de la percepción temporal, para la proyección virtual: se abre la posibilidad de otro tipo de cruces entre otro tipo de ciencia y tecnología y otro tipo de cuerpos. La recurrencia de las primeras personas como voces narradoras también dan forma a esta exploración permitiendo ubicar las transformaciones en el foco de una subjetividad que se amplía.

Como dice Antonio Córdoba, “Hablar de posthumanismo en el contexto de los estudios latinoamericanos es, hasta cierto punto, y a pesar de toda una serie de excelentes trabajos críticos recientes, un proyecto en sus inicios” (Córdoba, 2021: 251). Hemos intentado aquí un acercamiento algo más exhaustivo en esta serie de cuentos elegidos, que a su vez forman parte de lo que consideramos un atinado panorama de la producción actual, para poder observar de qué manera se están explorando las ideas de los poshumanismos en la cf latinoamericana. El autor también señala junto a Cary Wolfe que el transhumanismo conserva los valores humanos de la Ilustración mientras que el poshumanismo explora las intersecciones del ser humano con su mundo biológico y su entorno tecnológico (Córdoba, 2021: 252). En su búsqueda propia, que se aleja de los modelos anglosajones, la cf latinoamericana cruza la mirada poscolonial con la poshumana: “La perspectiva poshumana se basa en la hipótesis histórica de la decadencia del humanismo, pero va también más allá para explorar nuevas alternativas, sin por eso recaer en la retórica antihumanista de la crisis del Hombre” (Braidotti, 2015: 42). Las figuras poshumanas que aparecen en nuestra literatura, según Córdoba, manifiestan lo que señala Silvia Kurlat Ares como emergencia de nuevas imágenes “para entornos sociales y culturales en evolución” (cit. en Córdoba, 2021: 252). Propiamente latinoamericanos, agregaríamos. La coincidencia se da en el pensamiento de Braidotti, también, para quien “la condición poshumana como una posibilidad para buscar de manera crítica y creativa alternativas a los esquemas de pensamiento y de saber dominantes” (Teresa López–Pellisa, 2021: 242). Para poder deconstruir el sujeto occidental, descentralizar lo humano en los términos del humanismo, imaginar nuevos cuerpos y subjetividades, primero hay que perder el cuerpo humano desde el punto de vista humanista y colonial, parecen proponer los cuentos elegidos. Como dice Bastidas, los cuentos de la antología son una forma de propuesta de un nuevo sistema de conocimiento “en el cual la voz de Latinoamérica tenga no solo cabida, sino que sirva como base para permitir la aparición de otras formas de saber” (Bastidas, 2021: 16). Estos escenarios de cf en los que se da cabida a la existencia del espíritu, del chamanismo, de las plantas enteógenas, de los saberes científicos y tecnologías alternativos, propios de la región, constituyen imaginarios en los que los nova permiten explorar la condición poshumana latinoamericana y proponer desde ahí formas de existencia alternativas y posibles.

Bibliografía

Notas