La escuela de español.

La escuela de español.

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Minerva Dedalux

Resumen

Desde antes que se acabaran las clases definitivamente muchos de mis compañeros empezaron a trabajar  como profesores de español como lengua extranjera. Lo sabía porque en las discusiones de Lingüística empezaban a aparecer casos particulares con sus  propios  estudiantes  o  porque  algunos de ellos iban adquiriendo esas manías de profesor de llevar carpetas a todas partes o tener siempre a la mano un marcador borrable. Decidí aceptar una  vacante  en  una  escuela en Getsemaní porque se hacía insostenible el tiempo libre sin ganar dinero, y porque hasta el grado en agosto, son pocos los trabajos que en verdad llamasen mi atención. En la entrevista, pretérito imperfecto. Un fragmento de La ciudad y los perros (1962). El eco de una última entrevista en donde mencionaron que  tenía que ser más creativa si quería tener conexión con los extranjeros porque a ellos no les gustaba leer. Más que el hecho de que no les gustase leer, la sensación de preparar una clase al gusto de los estudiantes me recordó una de mis constantes quejas hacia este modelo de clases: la complacencia a un extranjero que llegaba con dólares a hacer derroche de privilegios. Incluso cuando no poseen el idioma para hacerlo. Una sola pregunta en la diferencia entre por y para. Responder de forma rápida lo primero que pasa por la mente, sin nunca antes haber pensado en esa diferencia, sin nunca antes haber pensado siquiera en que ambas preposiciones estuvieran en una posibilidad de intercambio. Empezar la otra semana.

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